Fuerza en los Embravecidos Ríos de Angustia

David Wilkerson (1931-2011)

Muchos creyentes no quieren creer que sufrirán dificultades o conocerán el dolor, pero las Escrituras tienen una palabra muy diferente para nosotros.

  • “No me anegue la corriente de las aguas, ni me trague el abismo… Respóndeme, Jehová, porque benigna es tu misericordia… No escondas de tu siervo tu rostro, porque estoy angustiado” (Salmos 69:15-17). Claramente, las aguas de aflicción inundan la vida de los piadosos.
  • “Porque tú nos probaste, oh Dios; nos ensayaste como se afina la plata. Nos metiste en la red; pusiste sobre nuestros lomos pesada carga… Pasamos por el fuego y por el agua” (Salmos 66:10-12). ¿Quién nos lleva a una red de aflicciones? Dios mismo.
  • “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra…  Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos” (Salmos 119: 67, 71). Estos versículos lo dejan perfectamente claro. Ser afligidos es bueno para nosotros, incluso nos bendice.

Considera el testimonio del salmista: “Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas… Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del Seol; angustia y dolor había yo hallado. Entonces invoqué el nombre de Jehová, diciendo: Oh Jehová, libra ahora mi alma” (Salmos 116:1-4). Acá tenemos a un siervo fiel que amaba a Dios y tenía una gran fe; sin embargo, se enfrentó a las penas del dolor, de los problemas y de la muerte.

Encontramos este tema en toda la Biblia. La Palabra de Dios declara en alta voz que el camino de los fieles atraviesa inundaciones e incendios: “He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz… Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad” (Isaías 43:19). “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán” (Isaías 43:2). “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo” (Isaías 41:13).

Este último versículo contiene una clave importante: En cada desierto que enfrentamos, nuestro Padre nos toma de la mano, pero sólo aquellos que atraviesan el desierto obtienen esta mano de consuelo. Él la extiende a aquellos que están atrapados en los ríos embravecidos de los problemas.