VALEN LA PENA LAS DIFICULTADES, A CAMBIO DE LA RECOMPENSA

David Wilkerson (1931-2011)

Hay un costo por entregarse completamente a Dios, pero también hay una gran recompensa. Cuando eres tibio, tienes una forma de piedad sin poder, no eres ni demasiado pecaminoso ni demasiado santo, eres aceptado y tu vida es relativamente tranquila. No eres problema para nadie, ni siquiera para el diablo.

Cuando tienes hambre de Dios y empiezas a profundizar en su Palabra, las personas a menudo no entienden. Tu apetito por las cosas mundanas comienza a disminuir y entras en una nueva atmósfera de discernimiento. Estás quebrantado y contrito de espíritu; y tienes una nueva carga por la iglesia. Esperas que tus amigos se regocijen contigo, pero, en lugar de ello, ellos comienzan a llamarte fanático.

Moisés fue maravillosamente tocado por la mano de Dios y despertado acerca de la esclavitud del pueblo de Dios. Estaba tan emocionado por la gran revelación de la liberación que había recibido, que salió corriendo para compartirla con los hermanos: “Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían entendido así” (Hechos 7:25).

Moisés fue el hombre más manso de la tierra; él fue consumido por Dios, no de la manera ‘yo soy más santo que tú’, sino de una manera humilde y profética. Él quería que sus hermanos oyeran y vieran lo que Dios estaba por hacer, pero en lugar de que ellos se regocijaran con él, lo rechazaron, diciendo: “¿Quién te crees que eres? ¿Quién te hizo gobernar sobre nosotros?” Algún día ellos lo entenderían, pero no entonces.

Del mismo modo, cuando tú compartes tus comentarios sobre la Palabra de Dios o tratas de explicar las verdades que descubres, quizás oigas: “¿Estás seguro de que no estás exagerando un poco? Eso es un poco denso para mí”. Y, francamente, podrías perder amigos o incluso hacer que los miembros de tu familia se alejen de ti.

Vale la pena por cualquier malentendido que pueda surgir en tu camino, a cambio de recibir la mayor recompensa por ir hasta el final con Jesús. ¡Esa recompensa es tener a Cristo siempre a tu lado! Hay otras recompensas, pero su presencia constante es todo lo que necesitaremos.