Una Vida Victoriosa

David Wilkerson (1931-2011)

Según Pablo, los que creemos en Jesús hemos sido resucitados de la muerte espiritual y estamos sentados con él en un reino celestial. “Aun estando nosotros muertos en pecados, [Dios] nos dio vida juntamente con Cristo… y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:5-6).

¿Dónde está este lugar celestial donde estamos sentados con Jesús? No es otro que el propio salón del trono de Dios, el trono de la gracia, la morada del Todopoderoso. Dos versículos después leemos cómo fuimos llevados a este maravilloso lugar: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (2:8).

Este salón del trono es el asiento de todo el poder y dominio. Es el lugar donde Dios gobierna sobre todo principado y potestad; y donde reina sobre los asuntos de los hombres. Aquí, en el salón del trono, él monitorea cada movimiento de Satanás y examina cada pensamiento del hombre.

Cristo está sentado a la diestra del Padre. La Escritura nos dice: “Todas las cosas por él fueron hechas” (Juan 1:3) y “en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9). En Jesús reside toda la sabiduría y la paz, todo el poder y la fuerza, todo lo necesario para vivir una vida victoriosa y fructífera; y se nos ha dado acceso a todas esas riquezas que están en Cristo.

Pablo nos está diciendo: “Tan cierto como Cristo resucitó de entre los muertos, nosotros también fuimos resucitados por el Padre. Tan cierto como Jesús fue llevado al trono de gloria, nosotros hemos sido llevados con él al mismo lugar glorioso. Porque estamos en él, también estamos donde él está. Ese es el privilegio de todos los creyentes. Significa que estamos sentados con él en el mismo lugar celestial donde él habita”.

Pablo dice que todas las bendiciones espirituales son dadas en el salón del trono. Todas las riquezas de Cristo están disponibles para nosotros: firmeza, fuerza, descanso, creciente paz. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3).