Una Corona de Victoria

David Wilkerson (1931-2011)

En el Salmo 21, David escribió, en esencia: “Señor, tú derramas sobre mí bendiciones y misericordia aun antes de pedir. Y ofreces más de lo que jamás podría concebir pedir”.

David se refiere a una obra asombrosa que Dios realizó por él en el ámbito espiritual. Es algo que le dio a David la victoria sobre sus enemigos, respuestas a la oración, poder vencedor y un gozo indescriptible. Y Dios lo hizo todo antes de que David pudiera ir a orar, desahogar su corazón o presentar su pedido. Una vez que David finalmente derramó su corazón, descubrió que Dios ya había hecho provisión para derrotar a sus enemigos. La victoria de David estaba asegurada antes de que pudiera siquiera acercarse al campo de batalla.

De hecho, cuando David escribió el Salmo 21, estaba hablando de una batalla literal. Este salmo es un capítulo que acompaña al Salmo 20, ambos se refieren a una batalla descrita en 2 Samuel 10 donde el enemigo de Israel, los amonitas, habían contratado batallones sirios para hacer guerra contra David. El líder militar de David, Joab, y un ejército selecto derrotaron a los sirios en una victoria abrumadora; y el enemigo huyó atemorizado.

David se regocijó pensando: “Ese es el fin de los sirios. Nuestro ejército les asestó un golpe mortal”. Él escribió: “Los herí de modo que no se levantasen; cayeron debajo de mis pies” (Salmos 18:38). Sin embargo, el enemigo se reagrupó y comenzó a planear otro ataque (ver 2 Samuel 10:15).

Por supuesto, esta historia trata más que los problemas de David con los sirios. También se trata de los seguidores de Cristo hoy y de nuestra batalla con Satanás. Se trata de una batalla que pensamos que habíamos ganado hace mucho tiempo, en un momento en que pensamos: “Finalmente he obtenido la victoria”.

Dios nos da la historia de David y los sirios para revelarnos una lección crucial. Cada victoria que ganemos sobre la carne y el diablo será seguida por una tentación y un ataque aún mayores. Satanás simplemente no se rendirá en su guerra contra el pueblo de Dios. Una vez que lo derrotemos, redoblará sus fuerzas y volverá directamente hacia nosotros.

David hizo esta declaración de fe justo antes de ir a la guerra: “Corona de oro fino has puesto sobre su [mi] cabeza” (Salmo 21:3). La corona que David menciona aquí es un símbolo de victoria y dominio. David estaba diciendo: “¡Voy a la guerra cabalgando sobre la promesa que Dios me hizo: una corona de victoria!”

Recibe hoy la promesa del Señor. Él nos dice: “Esta obra se logra sólo por la fe en la obra terminada de la cruz. Ya lo he logrado, así que acéptalo por fe”.

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