UNA BATALLA QUE SE DEBE PELEAR

Gary Wilkerson

El libro de Job registra muchas preguntas que este santo que sufría le planteaba a su Padre celestial durante su época de gran tribulación. ¿Por qué estaba pasando por tanto sufrimiento? ¿Por qué su vida carecía de sentido aun cuando había sido tan fructífera y próspera? ¿Cuál fue el propósito en todo esto? La respuesta de Dios a Job es creativa y única, ya que responde con esta pregunta: “¿Sacarás tú al leviatán con anzuelo?” (Job 41:1). En la antigüedad, un leviatán era una enorme criatura marina, o incluso un monstruo acuático con forma de serpiente; y aquí simboliza una lucha de proporciones míticas.

Dios está llamando a la gente a luchar contra el caos y el desorden que ha sobrepasado incluso a ciudades enteras. Esta batalla es pesada, profunda y existe porque un hombre o una mujer de Dios no se puso de pie y dijo: “Esto tiene que ser confrontado. Esto está destinado a ser combatido. No podemos aceptar esto como si el leviatán tuviera reinado libre sin una batalla”.

La Biblia está llena de analogías de guerra. Dios nos promete la victoria, lo que significa que hay algo que conquistar; y el triunfo significa que existe un potencial de derrota. Pero debemos estar preparados para librar una batalla recia, armados con el equipo adecuado. “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis… estar firmes” (Efesios 6:13).

Es posible que tengas un leviatán en tu vida, ya sea en tu propio corazón y mente, o en tu familia. Tu crees que Dios hará un milagro, pero te cansas de la lucha y no sabes cómo prevalecer. Cuando estés cansado, no te rindas; cuando te llenes de sangre, no te rindas; cuando te desanimes, no te rindas. Y si te derriban, no te quedes abajo, sino sigue adelante en el poder de su fuerza. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6)

El Señor es poderoso en la batalla y ninguna oscuridad del infierno puede enfrentarse a él. ¡Qué bendición es saber que el Espíritu Santo mora en ti y no estás solo!; así que, ¡mantente firme en el Señor!