UN MARAVILLOSO EJEMPLO DE FE EN LA ADVERSIDAD

David Wilkerson (1931-2011)

Cuando Pablo escribió su carta a los filipenses, estaba recluido en una prisión romana, con los pies encadenados a un soldado a cada lado. Las condiciones eran horribles y Paul sufrió grandes humillaciones, sin poder estar a solas ni tener libertades.

Piénsalo. Aquí tenemos a un hombre que había sido muy activo, viajando por caminos abiertos y en alta mar para encontrarse y tener comunión con el pueblo de Dios. Pablo sentía su mayor gozo al visitar las iglesias que había establecido por toda esa región del mundo. Pero ahora estaba encadenado, literalmente unido a los hombres más duros y profanos que existían.

Algunos de los cristianos que conocían a Pablo comenzaron a murmurar que él traía desgracia al evangelio debido a su situación. Pero Pablo estaba decidido a encontrar el propósito de Dios al permitirle llegar a este punto. En lugar de preguntar: “¿Por qué me pasó esto a mí?”, él decidió descubrir cuál debería ser su reacción. Este siervo de Dios tomó una decisión: “Yo no puedo cambiar el lugar en el que estoy, pero sé que mis pasos son ordenados por el Señor. Por lo tanto, voy a magnificar a Cristo y ser un testimonio mientras estoy en estas cadenas”.

“Ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte” (Filipenses 1:20). Pablo no estaba de ninguna manera resignado ni era indiferente a sus circunstancias, más bien, estaba determinado a que la Palabra de Dios fuera validada por su reacción a su aflicción. “Sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio ... Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún” (1:17-18).

La actitud de Pablo es una maravillosa demostración de cómo debemos reaccionar ante circunstancias adversas. Es posible desperdiciar todos nuestras ‘mañanas’ esperando ansiosamente ser liberados de nuestro sufrimiento, pero si eso se convierte en nuestro enfoque, perderemos el milagro y el gozo de ser emancipados en nuestra prueba. La palabra de Pablo a los filipenses fue: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (4:4). Y yo te digo: “¡Regocíjate siempre en el Señor!”