Un Gozo Que Se Encuentra al Rendirse

David Wilkerson (1931-2011)

“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento… Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Timoteo 6:6, 8).

Cuando un creyente elige ir más profundo con Dios y vivir una vida totalmente rendida, lo más probable es que encuentre dificultades. Incluso podría experimentar ser derribado de su gran caballo, lo que literalmente le sucedió al apóstol Pablo (también llamado Saulo). Él iba confiado por su camino seguro, cabalgando hacia Damasco, cuando una luz cegadora vino del cielo. Golpeado y cayendo suelo, escuchó una voz del cielo que decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos 9:4).

Estas palabras llevaron a Pablo de vuelta a un evento que había sucedido meses atrás, cuando él estuvo de pie mientras Esteban estaba siendo apedreado. Desde aquel entonces, él soportó largas noches de agitación, plagado de inquietud y confusión, porque había visto algo que lo sacudió hasta la médula: el rostro de Esteban mientras enfrentaba la muerte. Su semblante era celestial, lleno de una presencia santa; y sus palabras tuvieron gran poder cuando proclamaba: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios… Señor Jesús, recibe mi espíritu” (Hechos 7:56, 59). Este hombre humilde claramente no tenía miedo a la muerte.

Pablo, el más devoto de los fariseos, se dio cuenta de que Esteban poseía algo que él no poseía, algo que faltaba en su propia vida. Ahora, derribado en tierra, clamó: “¿Quién eres, Señor” y Jesús le dijo: “Yo soy Jesús, a quien a quien tú persigues” (9:5). En ese momento, Pablo tuvo una revelación sobrenatural y así comenzó su transformación milagrosa para convertirse en un devoto seguidor de Jesús e “instrumento escogido” (9:15).

Toma nota de esta escena. Aquí está el patrón para la vida entregada. Cuando decidas ir más profundo con Cristo, Dios pondrá a Esteban en tu camino. Te confrontará con alguien cuyo semblante brilla con Jesús. Esta persona no está interesada en las cosas del mundo. No le importan los aplausos de los hombres. Sólo desea complacer al Señor. Y su vida expondrá su complacencia y compromiso, trayendo profunda convicción a tu vida.

Que tu corazón sea como el de Pablo mientras buscas la rendición y devuelves a Jesús la vida que te ha concedido.

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