UN CORAZÓN ABIERTO AL ESCRUTINIO DE DIOS

David Wilkerson (1931-2011)

Creo que el arrepentimiento es tanto para los creyentes como para los pecadores; los cristianos que mantienen una actitud de arrepentimiento atraen una atención especial de Dios. Si caminamos delante del Señor con un corazón arrepentido, seremos inundados con bendiciones increíbles.

Una característica digna de mención de un corazón arrepentido es la disposición a aceptar la culpa por haber hecho mal, diciendo: "Señor, yo soy el que ha pecado".

“Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación” (2 Corintios 7:10). Y Juan escribe: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8).

Puede ser un tormento admitir que estamos equivocados. Justificamos nuestras acciones y realizamos todo tipo de maquinaciones para escapar de la culpa en un esfuerzo por desviar la atención de nosotros mismos. Y nada de esto agrada a Dios.

Estar arrepentido significa más que sólo disculparse o arreglar las cosas con la persona a la que hemos ofendido. También se trata de hacer las cosas bien con Dios. David ejemplifica esto para nosotros a la perfección: él creía en hacer exámenes del corazón. En la dura disciplina de desenterrar el pecado de su corazón, David clamó: "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmos 139:23-24).

David continuamente abría su corazón al escrutinio de Dios. Él daba la bienvenida al examen del Señor, hasta le llegó a decir: “Si he pecado contra ti de alguna manera y no lo sé, por favor, revélamelo. Me arrepiento”. “Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos” (Salmos 51:3-4).

¿Necesitas permitir que Dios examine tu corazón hoy? Arrepentirte de cualquier pecado oculto mantendrá tu corazón suave y dócil ante él, tierno y moldeable por el Espíritu Santo.