SI YO NO LOS AYUDO, ¿QUIÉN LO HARÁ?

Nicky Cruz

Mientras mis compañeros de trabajo y yo ministrábamos a aquellos que habían pasado adelante para orar al final de un servicio, noté que una abuelita anciana mecía a dos niños pequeños en sus brazos. Ella estaba llorando y nos rogaba que oráramos por sus nietos.

“Oren para que Dios los proteja”, lloró cuando los puso en el suelo. “Por favor oren para que crezcan seguros y felices, para que no se metan en pandillas ni drogas. ¿Por favor?"

Mi corazón se quebrantó por esta mujer y sus nietos, tan inocentes y hermosos. Sus ojos clamaban por ayuda, por orientación, por cualquier tipo de alivio del dolor y la impotencia de la vida en el ghetto. La abracé y luego me incliné para orar por los niños. Ella continuó jadeando y sollozando todo el tiempo.

Hay tantas personas en este mundo que están perdidas, aisladas y heridas; personas que no tienen a dónde acudir y no tienen idea de cómo escapar de las garras malvadas de Satanás. Jesús es el único que puede ayudarlos. Todo lo que necesitan es alguien que les señale la Cruz, alguien que se preocupe lo suficiente como para tomarlos de la mano y llevarlos a los brazos de su Creador, alguien que los abrace y los ame hasta que entren al reino.

Cuando terminé de orar, abracé a la anciana y le di un beso en la frente. “No te preocupes”, le dije. “Todo va a estar bien. Jesús entiende”.

Hay algo acerca de mirar fijamente a los ojos a la desesperanza, la desesperación y el dolor absoluto que atrae a casa el mensaje del Evangelio de una manera que ninguna otra cosa puede hacerlo. Tu vida adquiere un sentido renovado de propósito y urgencia y deseas pasar cada momento de tu vida compartiendo tu fe y liberando almas cautivas.

Mi vida consiste en alcanzar personas para Jesús. “Dijo el señor al siervo: Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa” (Lucas 14:23). Te desafío a que te unas a mí y te hagas esta pregunta: Si yo no los ayudo, ¿quién lo hará?

Nicky Cruz, evangelista internacionalmente conocido y prolífico autor, se volvió a Jesucristo de una vida de violencia y crimen después de encontrarse con David Wilkerson en la ciudad de Nueva York en 1958 La historia de su dramática conversión fue contada por primera vez en el libro “La Cruz y el Puñal” escrito por David Wilkerson y más tarde en su propio best seller “Corre, Nicky, Corre”.