Santos Como Jesús

Gary Wilkerson

“Escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16). Hay dos elementos de la vida de Jesús que también deben ser parte de la nuestra. Es decir, debemos ser santos y ungidos. Algunos cristianos pueden sentirse intimidados al oír esto. “Claro, vivo una vida moral y hago lo mejor que puedo para ser piadoso, pero ¿santo? ¿Y ungido? ¿Cómo puede ser, con todos mis fracasos?”

Pero ahí está, directamente de la pluma de Pedro. La única forma en que esto podría suceder es si Jesús nos diera su propia santidad y unción; y eso es exactamente lo que hizo, a través de su sacrificio perfecto por nosotros. Cristo vivió una vida sin mancha en la tierra y, a través de su vida perfecta en la tierra, su pago por nuestros pecados es completo e interminable.

La obra de Cristo por nosotros, su crucifixión, muerte y resurrección, hizo más que limpiarnos del pecado. A través de él, también nos impartió su justicia. Piensa en lo asombroso que es esto: Mientras todo nuestro pecado está sobre él, toda su justicia está sobre nosotros.

Uno de los pecados de los que Dios nos limpia es nuestra profunda creencia de que nuestro comportamiento nos hace justos. Nunca podremos ganarnos nuestro camino hacia un nivel superior de justicia; somos justificados sólo por él. Ahí es donde radica nuestra victoria. Como Pablo testifica: “No teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Filipenses 3:9).

Puede que te sientas santo sólo en los días en los que te va bien, adorando y consciente de Dios en todo sentido. Pero no confundas eso con un estado de santidad. Nunca puedes ser más santo de lo que te hace la sangre de Jesús. Entonces, por su poder, somos sus dignos testigos no sólo en los buenos tiempos, sino también en los malos.

Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12).

La clave de nuestra creencia es que ya está obrando. Acepta su santidad, no importa lo que pienses de ti mismo; y recibe su unción para cumplir las obras que él ha preparado para ti. ¡Él abrirá todas las puertas y lo verás realizar maravillas inesperadas!