PROMETIDO POR UN PACTO ETERNO

David Wilkerson (1931-2011)

En la oración de Jesús al Padre, él dice: “Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11). Él estaba diciendo: “Estuvimos de acuerdo en que yo podía traer a nuestro pacto a todos los que confían en mí. Ahora, Padre, te pido que traigas a estos seres amados bajo las mismas promesas de pacto que me hiciste”.

¿Qué tiene que ver este pacto entre Padre e Hijo contigo y conmigo? Es una imagen del amor de Dios por su amada creación. Él hizo este pacto porque no estaba dispuesto a perder a un solo hijo con Satanás. Se trata de su amor eterno por su gente.

El Padre dio a su Hijo, el Hijo dio su vida, y nosotros recibimos todos los beneficios. Por mutuo consentimiento, el Padre y el Hijo hicieron este pacto para guardar y preservar la semilla de Cristo, asegurando así, que soportaremos hasta el final y seremos mantenidos a salvo.

La promesa de salvarnos y librarnos, entonces, y nuestra confianza en que Dios la guardará, tiene un precedente en la relación entre el Padre y el Hijo.

¿Dirigió y guio el Padre a Jesús, como prometió que lo haría? ¿Dio su Espíritu poder al Hijo, dándole aliento y consuelo? ¿Lo llevó a través de todas sus tentaciones y pruebas? ¿Lo mantuvo alejado de los poderes de las tinieblas? ¿Lo condujo a casa a la gloria victoriosa? ¿Fue Dios fiel a su parte de los términos del pacto?

¡Si, absolutamente! Y el Padre que cumplió sus promesas de pacto a su Hijo ha prometido un juramento eterno de hacer lo mismo por nosotros. Jesús afirmó esta parte del pacto cuando dijo: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí” (Juan 17:22-23).

Si te quedas en Cristo, permaneces en él y confías en él, ¡ciertamente verás su gloria!