Por Gracia Somos Vencedores

David Wilkerson (1931-2011)

¿Qué tiene la fe que sigue exigiéndonos mayores pruebas? ¿Por qué nuestras aflicciones se vuelven más intensas, más severas, cuanto más nos acercamos a Cristo? Justo cuando pasamos por una prueba que demuestra nuestra fidelidad, viene otra prueba, cada vez más intensa. Muchos santos piadosos deben preguntar: “Señor, ¿de qué se trata esta terrible prueba? Conoces mi corazón y tú y yo sabemos que confiaré en ti pase lo que pase”.

Piénsalo: el mismo día en que comprometiste tu vida a confiar en Dios, sin importar el costo, él sabía que tu prueba actual llegaría. Él sabía entonces, y tú lo sabes ahora, que lo amarías a pesar de todo lo que te vendría. Por gracia, estás decidido a ser un vencedor.

La mayoría de los cristianos conocen bien la razón de tales pruebas continuas. Es decir, la vida de fe demuestra continuamente la necesidad que tiene la humanidad del Señor en todas las cosas. Nunca llegamos al punto de no necesitar a Dios. Como Jesús nos dice, nuestro propósito no es buscar que se satisfagan nuestras necesidades, sino alimentarnos de cada palabra que sale de la boca de Dios: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).

Una razón adicional detrás de nuestras crecientes aflicciones, nuestras pruebas que exigen una fe cada vez mayor, va mucho más allá de cualquier cosa que tenga que ver con este mundo. Los elegidos de Dios están siendo preparados para el servicio eterno en el cielo.

Las crecientes aflicciones, que exigen una fe cada vez más firme, se convierten en piedra de tropiezo para muchos creyentes. Pablo fue acusado por compañeros cristianos de ser castigado por Dios. Dijeron que sus sufrimientos eran el resultado de la falta de fe, o debido a algún pecado secreto que estaba escondiendo. Y humanamente, no podemos comprender por qué tuvo que soportar algunas de las dificultades por las que pasó.

Y por el propio testimonio de Pablo, sabemos que ninguna de estas cosas lo movió; y su vida lo demostró.

“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24).

Amado, estás siendo destetado de todo lo que es de este mundo. Dios está presente contigo para conducirte hasta tu recompensa eterna.