Viendo y separando

En la noche previa a Su crucifixión, en la Última Cena, Jesús le dijo a Sus discípulos, “Todavía un poco, y el mundo no me verá más, pero ustedes me verán” (Juan 14:19). Que interesante declaración hace Jesús, sabiendo que los discípulos no la podían comprender. Uno de ellos le preguntó, “Señor, cómo es que Usted se manifestará a nosotros, y no al mundo?” (Juan 14:22).

Por supuesto, Jesús tenía una lección en mente. Él respondió, “Si alguno me ama, él va a guardar Mi Palabra, y Mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada con él…La paz les dejo, Mi paz les doy. No se las doy como el mundo la da. No se turbe su corazón, ni tenga miedo. Y ahora se los he dicho antes que suceda, para que cuando acontezca ustedes puedan creer. No hablaré ya mucho con ustedes, porque el gobernador de éste mundo viene. Él no tiene nada en Mí, pero Yo hago como el Padre me ha mandado, para que el mundo conozca que Yo amo al Padre” (Juan 14:23-27, 29-31).

Tengo una pincelada de la respuesta de Jesús aquí para enfocarnos en un tema que Él está manejando a través de éste pasaje. Ese tema es separación. En estos pocos versos, Cristo hace tres claras distinciones entre Su Reino y el mundo: “ El mundo no me verá más, pero ustedes me verán (14:19). “Mi paz les doy. No se las doy como el mundo la da” (14:27). El gobernador de este mundo viene. Él no tiene nada en Mí”(14:30).

¿Por qué Jesús hizo estas distinciones a Sus seguidores? Parecía importante para Él que nosotros viéramos la clara división entre estas cosas. El asunto es que, Dios hace estas divisiones a través de toda la Biblia. En la creación, Él separó la luz de la oscuridad y el día de la noche. Él separó a Israel de todas las otras naciones. En el Nuevo Testamento, Él ordena a Su Iglesia, “ Salgan de en medio de ellos y sepárense.” Y en el Juicio, Él separará las ovejas de las cabras. A través de Su Palabra, Dios está constantemente trazando líneas de división que nos dicen claramente, “Esto es una cosa y ésta es otra cosa”.

Hasta hace pocos años, la separación era una característica definitoria de la Iglesia de Cristo. Separarse era un mandato claro de La Palabra de Dios y una parte del llamado de cada Cristiano. Pero hoy parece haber poca distinción entre la Iglesia y el mundo. Esto es trágico, porque Dios ha apartado a Su gente para los propósitos de Su Reino, para ser instrumentos de cambio- con el objetivo de marcar diferencia en el mundo.

En lugar de ello, muchas iglesias hoy buscan cómo complacer al mundo. Ellos tergiversaron el Evangelio de Cristo en lugar de permanecer en él para impactar al mundo. Como resultado, muchos Cristianos se han permitido conformarse a los valores del mundo y su carácter en lugar de conformarse a los valores y al carácter de Jesús.

Esto no puede hacer feliz a Dios. Cuando las almas perdidas de este mundo enfrentan serias crisis en sus vidas y están confusas sin ningún recurso de esperanza, se supone que la Iglesia de Cristo debería ser quien marque la diferencia que esas almas están buscando.
Nuestras vidas deben de estar caracterizadas por la esperanza, el gozo, la paz, el amor y el dar. Pero muchos seguidores de Jesús han borrado esas distinciones deslizándose hacia una línea de ir comprometiendo esas distinciones e incluso cruzarlas. Como resultado, los perdidos y heridos ven a los Cristianos sin ninguna diferencia de lo que ellos son.

Jesús se refirió a ello cuando les dijo a sus discípulos, en esencia, “El mundo me ve de una forma, pero Yo me he revelado a ustedes plenamente. Ustedes han visto que la paz que les ofrezco no la recibe el mundo. Les he demostrado los valores de mi Reino - cómo vivir, creer, caminar y servir al Padre. Estos valores son un completo que contrasta con los del mundo - y ustedes deben vivir por los valores de mi Reino. Si satanás no tiene parte en mí, él no puede tener parte en sus vidas tampoco”.

Cuando Dios habla de separarnos del mundo, Él no se refiere a desaparecer del mundo. La separación que Él desea es en el corazón. Es reflejada es nuestros deseos, lo que escogemos, nuestro estilo de vida. Para una generación antigua de Cristianos, estar separado significaba no tomar licor, fumar o salir a fiestas. Esas son cosas externas, pero Dios nos lleva a algo más. Él está preguntándonos, “Está tu corazón aún ligado al mundo en una forma que me haces a un lado? ¿Qué te trae paz y alta autoestima; lo que el mundo dice de ti o lo que Yo veo en ti?”

El Señor está describiendo dos condiciones diferentes del corazón. De acuerdo a lo que dijo Jesús, en los últimos días ésta diferencia se revelaría a sí misma en las personas. El Apocalipsis nos dice que el malo crecerá en su maldad y que el santo llegará a ser más santo. Por supuesto, la santidad de cada Cristiano está basada en su posición en Cristo. Pero la santidad es también una búsqueda así como una parte de nuestra relación con Jesús. Conforme buscamos Su santidad, la atracción del mundo disminuye en nosotros.

¿Por qué es que hay tan poca separación entre el mundo y la Iglesia hoy? Una de las razones es que hay muy poco llamado a la separación. Cuando un pastor predica acerca de la santidad, es visto como un anticuado, un negativista, un legalista. Pero eso no debería importar. Cualquiera que en su enseñanza no incluye el concepto Bíblico de separación hace daña a su gente porque queda lejos de las palabras de Jesús.

Abraham no era un Cristiano o un Judío. Según lo que sabemos, él no tuvo ninguna historia con Dios en absoluto. Pero un día Dios le ordenó a él; “Vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre a una tierra que Yo te mostraré” (Génesis 12:1). ¡Abraham empacó y se marchó!

Todos veneramos a Abraham como nuestro Padre en la fe, pero esta historia es en realidad un poco extraña. Tenemos a un hombre que tenía todo - riquezas, herencia, una maravillosa esposa, y cantidades de ganado y tierra. Increíblemente, cuando una voz le dijo, “Levántate y sal de aquí,” él obedeció. Voluntariamente se separó asimismo de todo lo que él conocía, aún de las cosas buenas, para seguir a Dios.

Ahora, si estás casado, déjame preguntarte: Te parecería algo extraño si tu conyugue te dice que una voz le dijo que debía renunciar a su trabajo, a su plan de pensión, a su casa y a sus posesiones, y trasladarse con su familia a otro estado, a otro lugar sin ninguna promesa de manutención o entrada monetaria -porque él piensa que Dios le dijo que lo hiciera? Tal vez estarías dispuesto a ir -pero ¿no te tentaría primero llamar a un Psiquiatra?

¿Qué forzó a Abraham a hacer esto? Qué movió con tanto poder a Abraham a hacer esa clara separación? Una mirada a Esteban nos da una percepción más clara. Él estaba realmente apartado para los propósitos de Dios, haciendo Milagros y maravillas en nombre de Cristo en la Iglesia Primitiva. Esto le traía problemas con los líderes religiosos. Cuando él estuvo frente a ellos en juicio, él les predicó; “Hermanos y padres, escúchenme. La Gloria de Dios le apareció a nuestro padre Abraham cuando él estaba en Mesopotamia” (Hechos 7:2).

Esteban les estaba diciendo, en efecto, “¿Están ustedes ofendidos por mi fe? Bien, todo comenzó cuando nuestro padre Abraham dejó atrás toda su dependencia de las cosas de este mundo para seguir a Dios. Una vez que él contempló la gloria del Señor, él gozosamente se separó asimismo de todo lo que él conocía!”

Muchas personas leyendo esto saben de lo que Esteban estaba hablando. Cuando ellos se encontraron primeramente con Cristo, ellos reconocieron, “He probado algo que nunca había probado antes. Nunca había conocido esta clase de gozo. Nunca había experimentado algo tan asombroso. Estoy completamente seguro de que estoy en tierra Santa”.

Abraham hizo grandes hazañas mientras Dios lo guiaba a la plenitud de Su bendición. Después, sin embargo cuando las circunstancias se volvieron malas, Abraham perdió su enfoque de la gloria de Dios. Él se volvió a sus propios recursos: “Ahora había hambruna en la tierra. Entonces Abram descendió a Egipto a morar allí, porque la hambruna era severa” (Génesis 12:10).

La historia deja claro que Egipto era el último lugar al que Abraham debió ir. A lo largo del camino puso a su esposa en peligro, la perdió por un tiempo debido a un rey hostil, y mintió manipuló cosas para salvarse asimismo. Este hombre había confiado en Dios totalmente hasta este punto. Porqué no confió en que Dios lo podía sacar de su dificultad?

Tal vez lo mismo te ocurre en tus crisis. Cuando la vida se torna dura - en tus finanzas, tu salud, tu familia - ¿mantienes tu mirada puesta en la gloria de Dios a través de todo ello? Si has “descendido a Egipto” por ayuda en esos tiempos, tú sabes qué esfuerzo tan improductivo puede ser. A menudo eso complica el problema, añadiendo vergüenza y desesperación.

Mi punto es este: nuestra separación del mundo no sucede a través de nuestros esfuerzos o habilidades. Sucede a través de la revelación de Dios - y Su Gloria permanece con nosotros en nuestros tiempos duros. Considera al profeta Isaías. Cuando él entró en el templo, él vió la gloria de Dios: “Yo ví al Señor sentado sobre un trono, alto y sublime; y sus faldas llenaban el templo” (Isaías 6:1).  Esa visión santa envío a Isaías a postrarse sobre su rostro en el suelo en humildad y temor reverente: “Yo dije: ¡Ay de mi! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, El Señor de los ejércitos” (6:5).

En este momento Isaías reconoció la separación de Dios. El Señor le dijo “Te he separado para Mi propósito santo. Te he enviado a predicar Mi Palabra a personas corruptas. Ellos te resistirán, pero serás capaz de soportarlo porque has visto Mi gloria. Cuando se vuelvan en contra tuya, no tendrás que “descender a Egipto”, porque has visto la naturaleza del Dios que te ha llamado.”

Cuando la gloria de Dios se manifiesta, revela su separación de nosotros, su pureza, santidad y omnipotencia. Incluso los seres celestiales en su presencia le contemplan en su separación y lleno de majestad. Ahora mismo multitudes de ángeles están en la presencia de Dios, y ellos nunca paran de alabarle día y noche. La canción que nunca se detiene es, “Digno es El Cordero que fue inmolado, de recibir poder y riquezas y sabiduría y poderío y honor y bendiciones!”(Apocalipsis 5:12).  Ese es el efecto de la naturaleza santa de Dios: Él invoca nuestras alabanzas en todo tiempo en todas las cosas.

Maravillosamente, este Dios Santo nos dice, “El mundo no me verá - pero tú me verás”.

Los líderes religiosos se indignaron cuando Jesús llamó a Dios su Padre. Ellos lo vieron como  una blasfemia y lo querían matar por ello. A pesar de ello Jesús tomó esta audaz enseñanza un paso más adelante cuando le dijo a los discípulos, “No sólo su Padre celestial cuida de ustedes, sino que él va a hacer su morada en ti.” “Si alguno me ama, guardará mi palabra,  y mi Padre le amará y haremos morada con él.” (Juan 14:23).

Ponte en el lugar de uno de los discípulos en el aposento alto cuando Jesús dijo esto. Fuiste enseñado en la misma forma que tus antepasados, que nadie podría ver a Dios y vivir. Supiste que Moisés el justo fue únicamente capaz de contemplar una pequeña parte de Dios y sobrevivir a ello. Así que cuando escuchaste las enseñanzas de Jesús habrías pensado, “No hay forma en la que Dios pueda hacer su morada en mí. Él es demasiado santo, demasiado asombroso, totalmente diferente de lo que yo soy. ¡No puede ser posible!” A pesar de ello Jesús nos ha confiado éstas dos increíbles verdades que van de la mano: Dios es de hecho santo y puro - y Él busca morar en nosotros, su creación.

Piensa lo que Jesús le enseñó a su naciente Iglesia aquella noche. Él comienza diciendo que los dejaría para ir a preparar un hogar para nosotros. Y termina diciendo que él haría su morada en nosotros. Hay allí una belleza paradójica  de nuestro Dios - Santo y puro, y se mantiene en intimidad con nosotros y cuidándonos. Él está sobre nosotros y con nosotros - y nos da paz que nunca podríamos encontrar por nuestros propios medios. ¡Es un Dios digno de toda nuestra confianza en y a través de todas las cosas!