ODIANDO LA RELIGIÓN, AMANDO A JESÚS

Viajo alrededor del mundo por el ministerio, y cuando estoy en una nación budista, oro para que la gente de allí conozca a Jesús. Cuando estoy en el mundo musulmán, oro para que la gente de allí tenga una revelación de Cristo. Y cuando estoy en Israel, oro para que cada israelita conozca a Jesús. Quiero que todos los pueblos del mundo conozcan la realidad de Jesús. ¡Entonces, cuando regreso a casa, oro para que todos los cristianos conozcan a Jesús también!

Espero que lo veas como una broma, pero también espero que entiendas que estoy bromeando solo en parte. Nuestras vidas como seguidores de Cristo no se refieren a una religión identificable. Se trata de una persona que podemos conocer, Jesús. Hay una enorme diferencia, y esto hace toda la diferencia en nuestra vida cotidiana.

La Biblia nos dice que tenemos tres cosas que actúan contra nosotros en nuestro caminar con Cristo: el mundo, nuestra carne y el diablo. A menudo me he preguntado: “¿Por qué la religión no está incluida en esa lista? También actúa contra nuestra relación con Jesús.” ¡Entonces me di cuenta de que la religión está incluida en las tres cosas!

Cuando uso la palabra “religión," lo que realmente quiero decir es religiosidad. Esta es la idea de que colocamos la religión — nuestras creencias y prácticas teológicas — en el centro de nuestras vidas, en lugar del Dios amoroso detrás de todo. Es en Jesús que vivimos, respiramos y tenemos nuestro ser, no un sistema de creencias u obras.

Cuando lo miras así, la religión se convierte en una expresión de nuestra carne, es decir, nuestra naturaleza pecaminosa. El Espíritu Santo identifica nuestra pecaminosidad, pero nuestra carne usa la religión como un escudo para resistir el arrepentimiento y hacernos sentir bien acerca de nosotros mismos. Mi tío Don Wilkerson llama a esto "deslizamiento frontal." El retroceso es cuando las personas se apartan de Jesús por convertirse en pecados graves. El deslizamiento frontal te hace caer en la otra dirección: alejarse de Jesús y acercarse hacia la religión.

Seamos realistas, ser religioso puede ser mucho más cómodo que estar lleno del amor de Jesús. Ser guiado por su amor puede hacernos parecer algo locos para el mundo, y así es como el mundo trabaja contra nosotros: nos hace reservados y cautelosos en amar y obedecer a Cristo.

Satanás ciertamente también ama la religión. Si él no puede hacer que retrocedas —para adormecer todos tus sentidos a través del pecado o la adicción — entonces él te tentará al “deslizamiento frontal." Cambiará tu enfoque del costo de amar a Cristo y lo moverá hacia normas religiosas, reglas y regulaciones que son factibles y medibles. Estas no producen vida, como dice Pablo, sino que conducen a la muerte.

Por favor, no me malinterpreten cuando digo que debemos odiar la religión. Lo que quiero decir es que debemos odiar aquellas cosas que llevan a la muerte espiritual en lugar de llevar a la verdadera vida en Cristo. Algunos predicadores dicen que odian la religión, pero lo que realmente quieren decir es que odian el gobierno santo y justo de Dios que les impide ceder a sus deseos carnales. Ellos predican una licencia para pecar libremente sin culpa. Y eso es exactamente lo contrario de lo que estoy hablando. Odiar la religión no significa amar su carne; significa amar a Jesús más.

Una de las emociones de mi vida es aprender continuamente cuán grande es Jesús.

Isaías 6 contiene un famoso pasaje glorioso acerca de Jesús: "Vi al Señor sentado sobre un trono, alto y sublime; y su manto llenaba el templo" (Isaías 6:1). Creciendo, tuve esta visión del Señor en mente, que estaba en un lugar distante, lejos de mí, una entidad a quien necesitaba dirigirme en el lenguaje de mi antigua Biblia King James, como "Usted." (Nota del Traductor: En la Biblia King James aparecen las expresiones “Thee” y “Thou” para dirigirse a Dios de manera formal y solemne. Estas fueron traducidas para este newsletter como “Usted” que es la palabra más formal disponible en Español).

Sin embargo, ¿qué tiene que decir nuestro altísimo y santo Dios acerca de nosotros, personas humildes y pecaminosas que lo siguen? Isaías nos dice: "Así dice el que es alto y sublime, que habita en la eternidad, cuyo nombre es santo: Yo habito en el lugar alto y santo, y también en el que es de espíritu contrito y humilde, para revivir el espíritu de los humildes, y para revivir el corazón de los contritos" (57:15). Sí, nuestro Padre es santo, majestuoso y glorioso; sin embargo, él se rebaja a habitar dentro de nuestros humildes corazones manchados de pecado.

Creo que cada niño sabe instintivamente la diferencia entre odiar la religión y amar a Jesús. Un día, cuando mi hija era pequeña, se apareció entre las páginas del periódico que yo estaba leyendo. Yo estaba cansado y la empujé lejos, queriendo sólo unos minutos para relajarme antes de trabajar en el sermón que necesitaba para el próximo domingo. Pero ella siguió asomándose, diciendo: "Papá, quiero decirte algo." Yo seguía espantándola, pensando en el reloj que se llevaba mi tiempo de relajo. Entonces finalmente dije: "Cariño, ¿qué quieres decirme?" Ella respondió: "Te amo."

Ella sabía la diferencia entre la religión — mi perfeccionismo como predicador — y el amor de Jesús, que ella me lo estaba demostrando. La Palabra de Dios deja en claro que quiere que nos acerquemos a él como mi hija lo hizo — llamando a nuestro "papá," Abba, que está cerca, no está lejos o está más allá de nuestro alcance.

David es la única persona en la historia del Antiguo Testamento que llamó a Dios "Abba." Él escribió: "¡Cuán preciosos son para mí tus pensamientos, oh Dios! Cuán grande es la suma de ellos! Si los cuento, son más que la arena" (Salmo 139:17-18). En otras palabras, "No puedes contar el número de pensamientos preciosos que Dios tiene sobre ti. Recoge un puñado de arena en la playa y reflexiona sobre cuántos granos hay. Esa es la cantidad de pensamientos maravillosos que Dios tiene sobre ti en ese mismo momento. Ahora mira la orilla arenosa que se extiende hasta el horizonte y considera todos sus pensamientos amorosos hacia ti. ¡Nunca terminan!

Al contrario, la religión nos convence de que somos miserables: que nuestra vida no es buena, que seguimos intentándolo sólo para seguir fallando, que pensamos ¿cuál es el sentido de todo esto?. Pero Jesús nos dice la verdad cuando dice que tenemos vida abundante en él así que ya no tenemos que luchar en nuestro corazón. En resumen, un corazón religioso nos aleja de Jesús, mientras que su amor siempre nos acerca.

Me encontré luchando entre estas dos realidades en un reciente viaje a Oriente Medio donde tuvimos una conferencia de pastores. Muchos de los pastores dedicados que asistieron viajaron grandes distancias para estar allí, así que queríamos asegurarnos de que cada sesión valiera la pena. Eso provocó mi perfeccionismo. Después de cada sesión, me concentraba en la siguiente. Durante los descansos, caminaba por la ciudad ensayando mi mensaje para la próxima sesión. Sin embargo, todo ese tiempo pasaba junto a personas que ni siquiera habían oído el nombre de Jesús.

Cuando me di cuenta, pensé: "Esto no está bien. Ya estoy preparado para hablar con estos maravillosos pastores. Todo mi ensayo es excesivo; no les sirve, es sólo servir a mi perfeccionismo. ¡Y eso es religión! Señor, haz mis momentos en estas calles como cuando entraste a Jerusalén. Quiero concentrarme en las personas que encuentro. Espíritu Santo, guía mis pasos."

Una vez que oré esto, mi corazón fue liberado y las conversaciones que tuve con la gente fueron momentos maravillosos centrados en Jesús. Estoy seguro de que nuestras conversaciones siguen resonando en la eternidad.

Si elegimos caminar como Jesús lo hizo — hacer lo que él nos dirija y no lo que nuestra carne dicte — no tendremos que maldecir la oscuridad.

Una tendencia de las personas religiosas es centrarse en la oscuridad más que en la luz. Oigo a tantos cristianos hoy pronunciar palabras amargas tales como: "La cultura es la culpable," o "El gobierno es el culpable," o "Tal grupo de intereses especiales es una influencia negativa." Si tú caminas como Jesús lo hizo, no maldecirás a la oscuridad porque ya estarás enfocado en la luz que traes. Permítanme ilustrar esto.

Piensa en ti mismo sentado en un servicio de la iglesia cuando las luces de repente se apagan. El lugar entero está totalmente oscuro. Si un trabajador de mantenimiento enciende sólo una pequeña luz en esa habitación, es inmediatamente visto por todos en la congregación, no importa dónde se ubique. Amigo, esa es una foto tuya en un mundo totalmente oscuro. No importa cuán grande sea el espacio oscuro, tu luz puede ser vista por todo el mundo a tu alrededor. No se puede ocultar, ¡así que déjalo brillar! Entonces no hay necesidad de enredarse en conversaciones estresantes sobre nuestra cultura.

Este tipo de caminar no sólo te saca del modo religioso, sino que te transporta al amor de Jesús. Eso nunca ocurre como resultado del desempeño religioso. Como Juan nos recuerda, "amamos porque él nos amó primero" (1 Juan 4:19).

Si tratamos de realizar la obra de Dios en nuestra propia fuerza, no en su amor, no habrá ningún poder detrás de ella. Pablo señala: "Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, soy un metal ruidoso o un címbalo resonante" (1 Corintios 13:1). Por el contrario, el amor de Cristo nos da un púlpito en todas partes, con el eterno poder del cielo detrás de él: "El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; más cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará" (13:8-10).

Cuando el Espíritu nos mueve a hablar en amor, debemos hacerlo, aunque nos haga parecer un poco locos. Mi esposa Kelly y yo estábamos en Times Square Church en Nueva York recientemente, y salimos a comer después del servicio. Sin saber por qué, me sentí conmovido a decirle a uno de los camareros que Jesús lo amaba. Me miró sin saber qué decir. Más tarde lo vi decirle a los camareros lo que yo le había dicho, y ellos me dieron algunas de las miradas habituales, como si yo estuviera loco. Luego algo interesante ocurrió: Cuando nos íbamos, otro camarero me detuvo y me preguntó si yo podría orar por él.

Amigo, esa es la diferencia entre la religión y el amor de Jesús. Amar a Jesús significa compartir su testimonio cuando puede hacerte parecer loco, y ver que el poder de Dios se mueve poderosamente. Amar a Jesús es vivificante, activo ¡y DIVERTIDO!

Los trabajadores de World Challenge en el Medio Oriente y otras naciones cerradas han estado reportando algo muy inusual. Están conociendo gente que nunca ha escuchado el evangelio, pero que han tenido sueños y visiones de Jesús. Cuando le preguntan a la gente cómo son esos sueños, la gente responde: "Jesús se me apareció y me dijo que me amaba. Cuando me desperté, decidí buscar a alguien que conozca a este Jesús, o que lleve este libro que usted tiene, la Biblia, para que yo pueda aprender sobre él."

Esto trasciende nuestra idea carnal de la religión. Creemos que alguien, para llegar a ser cristiano, tiene que conocer las leyes espirituales, caer de rodillas y orar una cierta oración. Pero no fue así como Jesús le explicó la fe a Nicodemo, un intelectual judío bien versado en la religión. Nicodemo tuvo dificultades para comprender lo que Jesús quiso decir con "nacer de nuevo"; preguntó: "¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?" (Juan 3:4).

Nicodemo estaba tratando de entender las cosas de Dios a través de su mente carnal. Pero Jesús señaló que las cosas de Dios nunca se realizan a través de nuestra carne: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (3:5-6). Este es el concepto detrás del bautismo: Cuando estamos sumergidos en el agua, nuestra vieja vida queda enterrada bajo las profundidades, y una vida completamente nueva comienza cuando salimos a la superficie. De pronto estamos sentados con Cristo en lugares celestiales, nuestras vidas ya no son dirigidas por la carne.

Amigo, se nos ha dado algo mucho mejor que la religión. Es tiempo de quitar toda la religiosidad carnal de nuestro caminar con Cristo y levantarnos de la muerte para seguirlo a una esfera más alta. Ese es el corazón de lo que Santiago llama "religión pura y sin mácula delante de Dios" (Santiago 1:27) se trata de tomar el amor que hemos conocido y compartirlo libre y abundantemente con los demás. Eliminar toda ansiedad y soledad de ser cristiano, y eliminar cualquier temor sobre lo que debemos hacer por el Señor, y reemplazarlo con un corazón dispuesto a recibir y dar su amor. En una palabra, todo cambia para nosotros. ¡Es una vida realmente abundante!