No Somos más Esclavos de Nuestro Rendimiento

Gary Wilkerson

Todos fallamos y seguiremos fallando. Pero muchos en el Cuerpo de Cristo se consideran a sí mismos como fracasos totales en todo. Sienten que no pueden hacer ni decir nada bien y se condenan repetidamente.

Estos creyentes agobiados van a la iglesia con la esperanza de escuchar algo a lo que puedan aferrarse y que los sane de sus continuos fracasos. Pero no tenemos que “ser reparados” para ganarnos su bendición. ¡Él ya nos ha bendecido! Jesús dice: “Ustedes trabajan y viven de una manera que las flores nunca lo hacen; sin embargo, Dios da gracia incluso a las plantas con belleza y vida. ¿No saben que son infinitamente más valiosos a los ojos del Padre? No tienen que preocuparse ni esforzarse por complacerlo. Él los capacita para ser exactamente quienes él quiere que sean, porque él los ama” (ver Mateo 6:28-30).

Pablo vio a los cristianos de Galacia trabajando bajo este tipo de carga. Les escribió para mostrarles cómo es el camino de Dios con sus hijos: “Dios envió a su Hijo… para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:4-7).

No somos esclavos de ningún sistema de rendimiento. En cambio, dice Pablo, Dios nos ha atraído hacia él con ternura, como su “propio hijo”. Además, Pablo usa una palabra para “adoptar” aquí que tiene dos significados. Un significado es estrictamente legal. Pero el otro significa “poner en su lugar, hacer pertenecer”. Nuestro Padre celestial no sólo nos adopta legalmente, mostrando aceptación y aprobación. Él nos brinda su atención, su afecto, incluso su autoridad. Y nos bendice con su propia naturaleza: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23).

Cuando Jesús fue a la cruz, fue una demostración de su gran amor por nosotros. Él se puso en nuestro lugar porque somos muy valiosos para él. Dios quiere mostrarte cuán poderosamente tú perteneces a su familia. ¡Él no te ha hecho heredero de una carga terrenal, sino de una gran herencia celestial!