Nada Puede Destruir la Iglesia de Dios

David Wilkerson (1931-2011)

Pablo advirtió a Timoteo que vendría un tiempo en que algunos del pueblo de Dios “no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábula” (2 Timoteo 4:3-4).

La historia registra que esto sucedió tal como Pablo lo había predicho. Después de la muerte de los apóstoles; y de que la generación que se sentó bajo su enseñanza había fallecido, una conspiración de error perverso inundó la iglesia. Los creyentes fueron seducidos por doctrinas extrañas; y la ciencia y la filosofía erosionaron la verdad del evangelio de Cristo.

Considera lo que Pablo dijo acerca de la pureza de la iglesia de Cristo: “Cristo… amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:25-27).

La gran preocupación de Dios no es por la iglesia apóstata. Incluso las apostasías no podrán matar ni destruir la iglesia de Jesucristo. A pesar de estos problemas, Dios tiene todo bajo control; y su iglesia mística, invisible y vencedora no muere. Más bien, el río del Espíritu Santo fluye hacia el “mar muerto” de las iglesias apóstatas, exponiendo la iniquidad y la tibieza. Y está provocando que surja una nueva vida.

Los que se alejan de iglesias muertas y sin vida, pueden ser sólo un remanente. Sin embargo, Jesús declaró: “Los campos están listos para la cosecha. Y todavía hay tiempo para que los obreros vayan”. Ninguna parte de la Biblia dice que el Espíritu Santo haya huido de la escena, dejando atrás una cosecha marchita. El Espíritu de Dios todavía está obrando, dando convicción de pecado, cortejando y atrayendo a los perdidos a Cristo, incluidos los que están en apostasía.

La nube de testigos celestiales nos diría que no busquemos el juicio, que no nos concentremos en “sostener el fuerte”. Aún es el día del Espíritu Santo, el cual espera llenar toda vasija dispuesta.

Dios sigue amando a su iglesia, ¡con manchas y todo!

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