Libres del Temor y La Preocupación

David Wilkerson (1931-2011)

Mientras caminaba por un camino rural en Nueva Jersey, tuve una buena conversación con mi Señor. Clamé: “Señor, no puedo vivir con temor y preocupación de todo tipo. ¡Quiero enfrentar lo que sea que depare el futuro con reposo, gozo y simple confianza! ¡Quiero libertad total de todo temor y preocupación!”

El Espíritu Santo despertó en mí esto: “La clave para ser libres de todo temor y preocupación se encuentra en dos palabras: pajarillos y cabellos. Recuerda lo que dije en Mateo 10:28-33: ‘Ni uno de ellos [pajarillos] cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados’” (versículos 29-30).

Suena tan elemental, tan simple, pero lo que Jesús nos dice aquí es muy profundo.

De las 9,000 especies de aves, Dios destacó a este pajarillo (gorrión), como referencia en su Palabra. Los gorriones están hechos maravillosamente, sus huesos pequeños y delgados son fuertes y están especialmente equipados para volar. De hecho, la ciencia moderna todavía no puede copiar el intrincado sistema de alas que les permite migrar hasta cinco mil kilómetros. Dios diseñó cada hueso, cada pluma; y contó cada uno de ellos.

Cada cabello en nuestras cabezas es contado por nuestro Padre en el cielo. Entre 100,000 y 150,000 cabellos cubren la cabeza humana promedio e incluso aquellos que son calvos tienen el cabello de la variedad ‘vellus’, que no es visto por el ojo humano. Dios hizo el cabello útil: las cejas mantienen el sudor fuera de nuestros ojos y las pestañas protegen nuestros párpados cuando el polvo o pequeños insectos se acercan demasiado. Pequeños pelos en las orejas y la nariz filtran las partículas entrantes. Cada cabello es un cilindro de células que se ha desarrollado un túnel profundo en la piel para llegar a los vasos sanguíneos que lo nutren.

No es de extrañar que David dijera: “Formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado” (Salmos 139:14). Ser conscientes del intrincado diseño de la creación de Dios debería hacernos aún más atentos al cuidado vigilante de nuestro Padre celestial por nosotros. “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:34). Él sabe lo que necesitamos y con gusto lo proveerá.