LAS BENDICIONES ESPIRITUALES DE DIOS

David Wilkerson (1931-2011)

Muchos cristianos tienen la noción equivocada de que Dios se deleita sólo en castigarnos y corregirnos. ¡No! La Biblia nos dice que él no se deleita en disciplinar a sus hijos. Por el contrario, Jesús dice: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32). Él nos asegura: “¡Te daré todo lo que necesitas porque mi corazón está decidido a bendecir!”

En ninguna parte de la Biblia encontramos a Jesús maldiciendo a alguien (lo único que él maldijo fue una higuera). Ningún predicador, apóstol, profeta o pastor en toda la historia ha bendecido a la gente más que Jesús.

Considera el Sermón del Monte: “Bienaventurados los pobres en espíritu…Bienaventurados los que lloran…Bienaventurados los mansos…Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia…Bienaventurados los misericordiosos…los de limpio corazón…los pacificadores…los que padecen persecución” (ver Mateo 5:3-10). Por donde Jesús fuera, él bendecía.

Él tomaba a los niños en sus brazos y los bendecía (ver Marcos 10:14). Él bendecía a los que celebraban fiestas para los pobres y lisiados. “Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar” (Lucas 14:13-14).

Me toca profundamente el corazón que las últimas palabras de Jesús antes de dejar a sus discípulos fueran palabras de bendición. Lucas dice que Cristo “les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” (24:45). Y luego: “alzando sus manos, los bendijo” (Lucas 24:50).

En este momento, tú puedes estar pensando: “Puedo entender cómo el Señor bendeciría a los niños, a los nuevos convertidos o incluso a los cristianos en los países pobres que necesitan milagros sólo para tener comida. Pero no puedo entender ese tipo de bendiciones para mí. Me siento tan indigno”.

Amado, ¡nunca serás digno de las bendiciones de Dios! Nadie lo es, pero él viene a nosotros estrictamente en su misericordia y gracia para bendecirnos con bendiciones espirituales más allá de nuestra comprensión.