LA VERDAD QUE NOS HACE LIBRES

Gary Wilkerson

“Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:1-4).

"¿Es necesaria tanto la santificación como la justificación?" La forma de responder a esa pregunta va a cambiar tu vida. Será la diferencia entre la esclavitud y la libertad: Esclavitud a la pasada manera o libertad para andar en novedad de vida. Tu respuesta a esta pregunta es clave para tu éxito en vencer el pecado, la tentación, a Satanás y al mundo.

Si se requiere tanto la santificación como la justificación, ¿ambas provienen de la misma fuente? Esa es una pregunta importante. Si ambas son necesarias, ¿son obtenidas de la misma forma? Piensa en ello por un momento, ¿podrías? Porque yo creo que muchos de nosotros creemos que la justificación viene exclusivamente por la gracia a través de la fe de Dios solamente. Y muchos de nosotros creemos, que lo segundo viene por el hombre, a través del hombre, y solamente del hombre. Muchos falsamente creen que es Dios quien nos justifica, pero que ahora depende de nosotros el santificarnos a nosotros mismos, que es Su responsabilidad que entremos en el Reino, pero es nuestra responsabilidad mantenernos y conducirnos como personas piadosas una vez que estamos en el Reino. Muchos de nosotros estamos diciendo: "He alcanzado la justificación por gracia y ahora debo luchar día a día para lograr y permanecer santificado".

Lo que estamos diciendo es: "Gracias, Dios, por justificarme. Gracias, porque en la cruz Tú me hiciste justo. Gracias, porque Tú perdonaste mi pecado y pagaste la penalidad. Te pusiste en mi lugar y tomaste mi pecado sobre Ti. Gracias, por el trabajo de justificarme, y ahora, a cambio, Yo quiero hacerte un favor y mostrarte cuán bien puedo santificarme a mí mismo”.

La verdad que nos hace libres, no es la ley que sabemos o nuestra búsqueda celosa de tratar de guardar la ley. La verdad que nos hace libres está en una persona, Cristo Jesús. Él es la única fuente de libertad de nuestro pecado.