LA PAZ MISMA DE CRISTO

David Wilkerson (1931-2011)

“La paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14:27). Esta maravillosa palabra de Jesús tuvo que asombrar a los discípulos. A los ojos de ellos, era una promesa casi increíble: La paz de Cristo se convertiría en su paz. Estos doce hombres se habían maravillado con la paz que habían presenciado en Jesús durante los últimos tres años. Su Maestro siempre estaba tranquilo, nunca asustado, nunca alterado por ninguna circunstancia. ¡Y ahora Jesús les estaba prometiendo esta misma paz!

Luego Jesús añadió: “yo no os la doy como el mundo la da” (mismo versículo). Esta no era la paz de una sociedad entumecida y desubicada; ni la paz temporal de los muy ricos, que tratan de comprar paz mental con cosas materiales. No, ésta era la paz misma de Cristo, una paz que supera toda comprensión humana.

El momento de este regalo de paz fue muy importante para los discípulos porque estaban en el umbral de la prueba más grande que experimentarían. Cristo estaba a punto de dejarlos, y la noticia de su inminente partida fue una gran conmoción. Ellos habían esperado con ansias el día en que el Señor estableciera su reino en la tierra y los hiciera a todos gobernantes. Ahora tenían que enfrentar el hecho de que él estaba a punto de ser entregado en manos de hombres malvados y asesinado.

“Me levantaré de nuevo”, les aseguró el Maestro, “y el Espíritu Santo les guiará a través de lo que van a enfrentar”. En este punto, todo lo que tenían los discípulos era una promesa de la paz de Cristo.

El ministerio del Espíritu Santo siempre ha sido revelar a Cristo a su pueblo. En Juan 16:14, él dice, en resumen, “El Espíritu Santo les hablará de mí y de mis caminos”. En pocas palabras, su paz nos llega cuando el Espíritu Santo nos revela a Cristo.

Cuando recibiste a Cristo, recibiste una medida de su Espíritu y la obra del Espíritu continúa en ti hasta el día de hoy.