LA PALABRA DE DIOS HABLA CON MÁS FUERZA

David Wilkerson (1931-2011)

Nuestro ministerio tiene un sitio web que recibe mensajes de cristianos de todo el mundo. En este momento, los creyentes en varias naciones están escribiendo lo mismo: El miedo se está afianzando. Como se profetizó en la Escritura, Dios está sacudiendo todo lo que puede sacudirse y es difícil comprender toda la agitación que está teniendo lugar.

En medio de todo esto, la ansiedad se está extendiendo y los cristianos no son inmunes. Muchos escriben sobre grandes tormentas en sus vidas: crisis financieras, estrés familiar, depresión, tristeza. Algunos están abrumados más allá de toda imaginación y parece que los problemas no dejan de venir.

A veces, nuestros mayores temores y angustias surgen del dolor de los más cercanos y queridos por nosotros. Muchos en el pueblo de Dios están clamando: “¡Señor, suficiente! Tu Palabra promete liberación. Dijiste que no permitirías más de lo que podía soportar sin darme una salida. Pero, ¿dónde está la salida ahora en medio de mi mayor prueba?”

Cada vez que enfrentamos pruebas y dificultades profundas, el diablo se mueve para tomar ventaja. Las Escrituras lo describen como una avalancha de miedo que nos arrastra, ola tras ola. Estas inundaciones demoníacas incluso tienen voz: “Oh Jehová, los ríos alzaron su sonido; alzaron los ríos sus ondas” (Salmos 93:3).

¿Has notado que los problemas y las aflicciones a menudo vienen en oleadas? Justo cuando luchas a través de un problema, otro le sigue. El apóstol Juan habla por muchos hoy en día que están siendo llevados por un estado de estrés: “La serpiente arrojó de su boca, tras la mujer [la Iglesia], agua como un río, para que fuese arrastrada por el río” (Apocalipsis 12:15).

Pero Dios responde a la voz de cada inundación demoníaca: “Jehová en las alturas es más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más que las recias ondas del mar” (Salmos 93:4, énfasis añadido). En pocas palabras, la Palabra de Dios habla con más fuerza que cualquier inundación que podamos enfrentar. Su grandeza anula incluso nuestra mayor prueba.