LA LUZ DEL MUNDO

Gary Wilkerson

Era el tiempo de la Pascua y Jesús estaba enseñando en el templo. Una gran multitud se reunió para oírle, debido a su reputación de hablar profundas palabras de amor y a la realización de las obras poderosas de Dios. Sin embargo, tan pronto como esta multitud de plebeyos se reunió, los líderes religiosos se presentaron.

"Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio" (Juan 8:3). Estos líderes vieron a Jesús como una amenaza a su autoridad. Él representaba un fenómeno nuevo cuyas enseñanzas exponían sus prácticas rígidas y de auto-justificación. Ahora, ellos “le estaban tendiendo una trampa, para tener de qué acusarlo" (8:6) y le preguntaron si la mujer debería ser apedreada de acuerdo a la Ley.

La escena se desarrolla dramáticamente: “Jesús se inclinó y con el dedo comenzó a escribir en el suelo. Y como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo:
—Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo. Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta dejar a Jesús solo con la mujer, que aún seguía allí. Entonces él se incorporó y le preguntó:
—Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?
—Nadie, Señor.
—Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar.” (8:6-11 NVI).

¡Qué poderoso momento! Jesús no solamente había calmado una situación muy tensa, sino que había salvado literalmente la vida de una persona. Todos los que participaron de la escena fueron transformados por lo que pasó, no sólo la acusada, sino también los acusadores e incluso el público.

Jesús aprovechó el momento para ofrecer una de sus más famosas enseñanzas: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida." (8:12 NVI). La luz de Dios en ese momento transformó todo.