La Gloria de los Últimos Días

David Wilkerson (1931-2011)

El profeta Ezequiel testifica: “Me hizo pasar por las aguas” (Ezequiel 47:3). En una visión, Dios llevó al profeta en un viaje increíble a través del agua. Llevando una vara de medir, el Señor midió 1,000 codos, aproximadamente un tercio de milla. El Señor y Ezequiel luego comenzaron a caminar en el agua, que llegaba hasta el tobillo.

El Señor seguía instando al profeta a avanzar, cada vez más profundo en el río. Después de otros 1000 codos, el agua llegó hasta las rodillas; y seguía subiendo. ¿Ves lo que está pasando aquí? Ezequiel estaba caminando hacia el futuro, llegando justo a nuestro tiempo.

Los cristianos de hoy viven en los últimos 1000 codos del río en esta visión. Estamos en la última medición de agua y Ezequiel dice que cuando se acercó al borde de esta medida, el agua era demasiado profunda para él, demasiado abrumadora. “Yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado” (47:5). En otras palabras, el agua estaba sobre su cabeza.

Todos los profetas del Antiguo Testamento tenían una visión limitada de Cristo. Jesús mismo nos dice: “Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron” (Mateo 13:17). El Señor revela en esta visión profética que en los últimos días, la iglesia de Jesucristo será más gloriosa, más victoriosa que en toda su historia. El verdadero cuerpo del Señor no se va a debilitar ni a chisporrotear; no va a disminuir en número o disminuir en poder o autoridad espiritual. No, su iglesia saldrá en un resplandor de poder y gloria. Y disfrutará de la revelación más completa de Jesús que alguien haya conocido.

Ezequiel escribe: “y por sus especies serán los peces tan numerosos como los peces del Mar Grande” (47:10). Ezequiel está diciendo que un cuerpo de creyentes nadará en las aguas crecientes de la presencia del Señor y la presencia de Dios entre su pueblo aumentará hasta el final.

En medio de toda la muerte y destrucción que vemos suceder, la profecía del Señor truena: “Mi río se levantará y todo vivirá donde fluya mi río”. Como puedes ver, el río de la vida, que se levantará justo antes de la venida del Señor, traerá vida donde quiera que vaya.