JESÚS NUNCA FALLA

Gary Wilkerson

“Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24, cursivas mías). Jesús oró por sus discípulos, y eso nos incluye a nosotros. Él le pidió al Padre que nosotros veamos su gloria, lo que significa que lo conoceríamos.

En ciertos momentos en el Antiguo Testamento, Jesús se reveló a sí mismo en forma humana o angelical, con resultados variables. Por ejemplo, la cadera de Jacob se descoyuntó cuando intentó luchar con el Señor. Y cuando Moisés le dijo a Dios: “Te ruego que me muestres tu gloria” (Éxodo 33:18), el Señor le dijo: “Tengo que cubrir tu rostro y esconderte detrás de una roca y luego sólo podrás ver el brillo que deja mi presencia”. En otras palabras, tenía que proteger a Moisés de la revelación completa de sí mismo.

En el Nuevo Testamento, cuando el apóstol Juan oyó la voz del Señor y recibió la revelación en la isla de Patmos, cayó sobre su rostro. La respuesta normal de hombres y mujeres cuando vieron a Jesús era impresión y asombro. Me pregunto qué pasaría si lo viéramos en toda su belleza y esplendor como lo hicieron Moisés o Juan.

La verdad es que Jesús es hermoso en un sentido mucho más profundo que nuestro uso habitual de la palabra descriptiva. Nos damos cuenta de alguien encantador o guapo, pero Jesús es mucho más. Él es glorioso, maravilloso, apartado, único, especial. También es tierno, amable, precioso, lleno de majestad. Él es maravilloso, fuerte, poderoso, poderoso, sabio, sobresaliente. ¡Y él nunca falla!

Incluso en su naturaleza humana, Jesús siguió siendo soberano, uno con Dios (ver Colosenses 2:10). Considera algunos de sus hermosos atributos: lleno de justicia (Juan 8:16); perfectamente justo (Juan 8:46). Y él es amor (Juan 13:34), un amor que es insondable.

No merecemos en absoluto este amor, pero esa es la belleza de nuestro increíble e incomparable Salvador. Dale hoy alabanza por su sacrificio indecible y el don de la salvación.