HOY ES EL DÍA DE LA COSECHA

David Wilkerson (1931-2011)

“[Jesús] dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:37-38).

Jesús declaró: “Los campos están blancos y la cosecha abundante y es hora de comenzar a cosechar”. En ese momento, comenzó la gran cosecha espiritual final y esta misma cosecha durará hasta que Cristo regrese.

Entonces, ¿qué vio Jesús en su tiempo? ¿Vio un despertar espiritual en Israel? ¿Hubo avivamiento en las sinagogas? ¿Volvían los sacerdotes a Dios? Los evangelios revelan muy poca evidencia de cualquier mover espiritual hacia Dios; en todo caso, muestran lo contrario. Sin embargo, en aquel mismo momento, Cristo declaró que los campos estaban listos.

¿Crees que las palabras de Jesús con respecto a una cosecha madura se aplican hoy? ¿Se están arrepintiendo las naciones? ¿Hay una gran inquietud en nuestra sociedad? ¿Hay algún clamor por santidad en esta generación?

Con pocas excepciones, tales cosas no están sucediendo. Cuando los discípulos de Jesús quisieron saber la condición de las cosas a medida que se acercaban los últimos días, él respondió hablando de hambres, terremotos, tribulaciones, naciones divididas, falsos profetas. “En la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor” (Lucas 21:25-26). En resumen, Jesús está describiendo aquí a la generación más ansiosa, deprimida y estresada de todos los tiempos.

En medio de toda esta agitación y confusión, Jesús le está diciendo a su iglesia: “La gente está lista para oír. Ahora es el momento de creer en dicha cosecha”. Cristo es el Señor de la cosecha y si él declara que la cosecha está lista, debemos creerlo. No importa cuán malvada se vuelva esta generación o cuán poderoso parezca haberse vuelto Satanás, nuestro Señor nos está diciendo: “¡Alza tus ojos a la mies!”

Jesús está buscando obreros que hayan soportado incendios y hayan sido tratados, un pueblo que se parará ante el mundo y proclamará: “¡Dios está conmigo! Soy más que un vencedor por medio de Cristo que vive en mí. Soy una prueba viviente de que Jesús es totalmente suficiente”.