El Privilegio de la Aceptación

David Wilkerson (1931-2011)

“Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Efesios 2:7).

Dios nos ha mostrado su bondad amorosa y afectuosa. Por lo tanto, podemos despertar gritando: “¡Aleluya! Dios, Cristo y el Espíritu Santo quieren estar cerca de mí”.

Todo cristiano enfrentará tentaciones y dificultades, pero en medio de nuestras pruebas, podemos abundar en acción de gracias debido a su eterna bondad hacia nosotros. Pablo nos dice que esta es exactamente la razón por la que Dios nos ha hecho sentar con Cristo.

Una de las grandes bendiciones que recibimos cuando se nos sienta en lugares celestiales es que disfrutamos del privilegio de la aceptación. “Nos hizo aceptos en [Cristo]” (Efesios 1:6). La palabra griega para “acepto” aquí significa muy favorecido. Eso es diferente del uso del español, que puede interpretarse como “recibido como adecuado”. Esto significa algo que puede ser soportado, lo que sugiere una actitud de “puedo vivir con eso”. Ese no es el caso con el uso de Pablo. Su uso de "acepto" se traduce como “Dios nos ha favorecido mucho”. Somos muy especiales para él porque estamos en nuestro lugar en Cristo.

Verás, debido a que Dios aceptó el sacrificio de Cristo, ahora sólo ve a un hombre corporativo: Cristo y los que están unidos a él por la fe. En resumen, nuestra carne ha muerto a los ojos de Dios. ¿Cómo? Jesús acabó con nuestra vieja naturaleza en la cruz. Así que ahora, cuando Dios nos mira, él sólo ve a Cristo. A su vez, debemos aprender a vernos a nosotros mismos como Dios lo hace. Eso significa no enfocarnos únicamente en nuestros pecados y debilidades, sino en la victoria que Cristo ganó para nosotros en la cruz.

La parábola del hijo pródigo proporciona una poderosa ilustración de la aceptación que se produce cuando se nos da una posición celestial en Cristo. Ya conoces la historia: un joven tomó la herencia de su padre y la derrochó en una vida pecaminosa. Luego, una vez que el hijo se arruinó por completo, moral, emocional y espiritualmente, pensó en su padre y se convenció de que había perdido todo el favor de él.

El hijo regresó con su padre, arrepentido y quebrantado, esperando ser rechazado, pero su padre lo recibió con los brazos abiertos de perdón y aceptación. “Lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (Lucas 15:20).

¡Experimenta todas las bendiciones de su aceptación hoy!