EL PODER DADO AL PUEBLO DE DIOS

Jim Cymbala

Al comienzo del ministerio público de Jesús, algo notable sucedió en la sinagoga de su ciudad natal de Nazaret. Desempeñándose como el lector designado del pasaje del Antiguo Testamento para ese día de reposo, el Señor leyó estas palabras:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18-19).

Luego, Jesús siguió su lectura pública con estas asombrosas palabras: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:21). Este famoso pasaje de Isaías 61 se refería al Mesías, a quien Israel estaba esperando. Jesús se declaró a sí mismo como el Prometido. Con esto explicó a sus propios conciudadanos que él era mucho más que el simple hijo del carpintero que ellos pensaban que era.

Observa con cuidado por qué Jesús fue ungido por Dios y por qué el Espíritu descansó sobre él con poder. Su propósito era traer buenas nuevas a los pobres, a los que tenían poca esperanza terrenal; proclamar libertad espiritual a aquellos atados por el pecado y Satanás; entregar el mensaje de salvación que Dios quería que todos oyeran y experimentaran. Esta es la razón porque el Espíritu Santo le dio a Cristo tan asombroso poder; para ayudar a las personas pecaminosas y necesitadas a encontrar el camino de regreso a Dios. Él no fue dado para que los cristianos pudiéramos tener reuniones emocionantes y momentos de éxtasis espiritual, por más maravillosos que éstos puedan ser.

El Espíritu Santo fue enviado para lograr muchos propósitos divinos, pero en la parte superior de la lista estaba el dar poder al pueblo de Dios para alcanzar el mundo con el evangelio de Cristo. Si perdemos de vista el corazón de amor de Dios para el mundo, incluidas nuestras propias ciudades y vecindarios, experimentaremos muy poco del poder del Espíritu, ya que estaríamos en una página diferente a aquella en la que nuestro Señor está.

Jim Cymbala comenzó la iglesia Brooklyn Tabernacle con menos de veinte miembros en un pequeño y deteriorado edificio en una parte difícil de la ciudad. Nacido en Brooklyn, es un viejo amigo de David y Gary Wilkerson.