El Gran Ministerio de la Oración

David Wilkerson (1931-2011)

Piensa con qué frecuencia nuestras oraciones se enfocan en nuestras propias necesidades: Nuestro propio crecimiento espiritual y las necesidades de nuestra familia y amigos. Podemos pasar gran parte de nuestro tiempo de oración buscando al Señor acerca de nuestro caminar personal con él: para ser santificados; tener dominio sobre el pecado; recibir dirección para la vida; tener su unción. Y disfrutamos de una dulce comunión con él, adorando en silencio y refrescándonos en su presencia.

Pero según la Palabra de Dios, la dulce comunión no es suficiente. Sí, es el secreto del crecimiento espiritual, pero si nos dirigimos al trono de Dios sólo para nuestra edificación y necesidades personales, estamos siendo egoístas. Pablo nos da un ejemplo de esto: “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida” (2 Corintios 1:8). Pablo les decía a estos santos: “Nuestra crisis fue tan grave que casi fui aplastado más allá de mi resistencia”.

Él continuó: “Cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo… de fuera, conflictos; de dentro, temores” (2 Corintios 7:5). Aunque Pablo era un poderoso hombre de oración y tenía una gran confianza en el Señor, soportó tiempos difíciles. Se volvió hacia el Señor y sus promesas, pero también fue apoyado en oración por “ayudadores”: “Él [Dios] nos rescató… y él seguirá rescatándonos, y ustedes nos están ayudando al orar por nosotros” (2 Corintios 1:10-11, NTV).

Una de las mayores necesidades en el Cuerpo de Cristo hoy es el ministerio de ser un ayudador de oración. Pablo a menudo pedía, incluso rogando, oraciones: “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios, para que sea librado” (Romanos 15:30-31).

Tú puedes comenzar el ministerio de ser un ayudador de oración hoy. Confía en que el Espíritu Santo te sensibilizará sobre las necesidades de los demás y comienza a pedirle a Dios que sacie sus necesidades.

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