EL DELEITE DEL SEÑOR

David Wilkerson (1931-2011)

Cuando los discípulos le dijeron a Jesús: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1), era porque en realidad ellos querían aprender a orar de tal forma que le agradara. Así también, a muchos cristianos les encantaría ser fieles en la oración, pero no saben cómo. Debido a que ellos simplemente no comprenden el propósito vital de la oración, no mantienen una vida de oración significativa.

Muchos cristianos oran por obligación, pensando que es algo que se “debe” hacer. Otros oran solamente en tiempos de crisis o tragedia. Pero es importante entender que mientras que, por un lado, la oración es para nuestro propio beneficio, por otro lado, ¡también es para el deleite del Señor! Sin estos dos elementos, no tenemos el fundamento para edificar una vida de oración.

No solamente debemos interceder por las cosas que necesitamos, sino que debemos pedir por las cosas que Él desea. Y su deseo más profundo es pasar tiempo con nosotros, en intimidad y comunión.

“No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir…Mirad las aves del cielo…vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:25-26).

“Porque…vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (6:32-33, énfasis añadido).

Dios nos está diciendo: “Cuando vengas a mi presencia, enfoca tu atención en pasar tiempo conmigo, en llegar a conocerme. No dejes que tu enfoque sea en cosas materiales. Yo sé cuáles son tus necesidades; y Yo me encargaré de todas ellas. ¡Sólo búscame y disfrutemos de una dulce comunión!”

El tipo de oración que más le agrada a Dios es muy simple y fácil de entender; es tan simple, de hecho, que un niño pequeño puede orar en una manera que le agrade a Él.