El Bálsamo Sanador del Refrescar

David Wilkerson (1931-2011)

Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas, sino que cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló… Y cuánto nos ayudó en Éfeso, tú lo sabes mejor” (2 Timoteo 1:16-18).

Onesíforo era uno de los hijos espirituales de Pablo y amaba a Pablo tan profunda e incondicionalmente que lo buscó en sus sufrimientos. Una vez, cuando Pablo fue encarcelado, Onesíforo recorrió la ciudad buscándolo hasta que lo encontró. Su motivación fue simplemente: Mi hermano está sufriendo. Ha sufrido los terrores del naufragio y ahora está siendo golpeado por Satanás. Tengo que animarlo".

El ministerio de refrescar claramente incluye buscar a los que sufren. Escuchamos mucho hablar sobre el poder en la iglesia en estos días: poder para sanar a los enfermos, poder para ganar a los perdidos, poder para vencer el pecado. Pero digo que hay un gran poder sanador que fluye de una persona refrescada y renovada. La depresión, la angustia mental o un espíritu atribulado pueden causar todo tipo de enfermedades físicas, pero un espíritu que se refresca y anima, uno que te hace sentir acepto, amado y necesario, es el bálsamo sanador que más se necesita.

También encontramos este ministerio de refrigerio en el Antiguo Testamento. Cuando David estaba siendo perseguido por el rey Saúl, estaba exhausto y dolido, obligado a correr día y noche. Durante ese tiempo, se sintió rechazado por los líderes de Dios y el pueblo de Dios. Luego, en un momento crucial, el amigo de David, Jonatán, se le acercó: Entonces se levantó Jonatán hijo de Saúl y vino a David a Hores, y fortaleció su mano en Dios. Y le dijo: No temas, pues no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú reinarás sobre Israel, y yo seré segundo después de ti; y aun Saúl mi padre así lo sabe”(1 Samuel 23: 16-17).

Eso fue todo lo que David necesitaba oír e inmediatamente su espíritu fue refrescado para continuar. Vemos este ejemplo una y otra vez en las Escrituras: Dios no envía un ángel o una visión, sino un compañero creyente para refrescar a sus amados.