EL AMOR DE DIOS ES MÁS GRANDE

David Wilkerson (1931-2011)

Nuestro Padre celestial quiere que tengamos una seguridad permanente de su amor. En el Calvario, Jesús resolvió nuestro problema del pecado y aunque algunas veces fallamos, el Espíritu Santo nos recuerda constantemente la misericordia del Padre. Cuando nos enfocamos en nuestro pecado, perdemos de vista lo que Dios más quiere: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).

Dios es un galardonador y está ansioso por bañarnos con su amor cuando estamos contritos. David es un ejemplo de alguien que fue bendecido con la bondad de Dios a pesar de que pecó grandemente. Tú conoces la historia de cómo cayó en un flagrante adulterio y luego cometió asesinato para evitar ser descubierto. David se convirtió en un hipócrita, pecó frente a las bendiciones de Dios y trajo vergüenza al nombre del Señor. Sin embargo, a pesar de que fue disciplinado severamente, David fue perdonado y completamente restaurado.

Dios envió al profeta Natán para confrontar a David acerca de su pecado porque era una afrenta en sus ojos. Pero a pesar de eso, Dios quería que David supiera que era perdonado. Verás, Dios sabía que David sería quebrantado y entristecido por su pecado; sobre todo, el Señor sabía que, en el fondo, David no era un adúltero o asesino habitual. En cambio, David había sido sorprendido por el pecado, abrumado en un momento de debilidad.

Del mismo modo, Dios ve tu corazón. El Señor sabe que tú no despertaste una mañana y decidiste: “Hoy voy a cometer adulterio. Voy a perder la paciencia y explotar”. No, sólo los pecadores endurecidos se comportan de esta manera. Los cristianos son sorprendidos y vencidos por el pecado; de hecho, a menudo el enemigo los inunda mientras están ocupados en los asuntos de Dios.

Amado, Dios ha contado tus lágrimas incluso antes de que las hayas derramado. Él te ha perdonado desde el momento de tu primera punzada de convicción y dolor. “Su benignidad te guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4). ¡Su amor es mayor que todos tus pecados!