Disponiendo nuestros Corazones para los Propósitos de Dios

David Wilkerson (1931-2011)

El Señor toca a cada siervo que es fiel en la oración. Busca a aquellos que estén dispuestos a disciplinarse para oír su voz. La Biblia llama a esta actitud “disponer el corazón”. Daniel escribe: “Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza” (Daniel 9:3).

Luego, Daniel nos dice: “Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios… el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde” (9:20-21). En resumen, Daniel dice: “Dios me tocó mientras lo buscaba en oración intensa”.

Daniel deja en claro que él no obtuvo su entendimiento en la palabra de Dios al estudiar con hombres eruditos ni recibió su conocimiento sobre los eventos futuros de las instituciones de Babilonia. Nadie podía enseñarle a interpretar los sueños que se dieron sobrenaturalmente. No, Daniel declara: “Aún estaba hablando en oración…Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento” (9:21-22).

En pocas palabras, las oraciones de Daniel hicieron brotar una palabra del trono de Dios (ver Daniel 10:12 y 14). ¿En qué tipo de oración se involucró Daniel que provocó tal visita? Las Escrituras nos dicen que había pasado tres semanas en completo quebrantamiento: “Yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento” (10:2-3). Durante veintiún días, Daniel se humilló y dispuso su corazón para recibir entendimiento divino.

Durante este tiempo, Daniel estaba haciendo una declaración de guerra: “Señor, yo no dejaré tu presencia hasta que discierna lo que estás haciendo”. En este momento, el pueblo de Dios necesita una palabra del cielo como nunca antes. Nunca en la historia se ha dejado a tantas multitudes cansadas y enfermas de sermones secos y muertos.

Tú podrías decir: “Bueno, yo no puedo pasar horas al día orando”. Pero puedes “disponer tu corazón” para hablar con el Padre diariamente y adorarlo constantemente en tu corazón. Tu disciplina en una oración humilde y quebrantada traerá grandes recompensas.