Dios Usa a las Personas

David Wilkerson (1931-2011)

Dios usa a las personas para refrescar a otras personas. Él ama tanto este tipo de ministerio que impulsó al profeta Malaquías a referirse a ello como la obra más necesaria en los últimos días. Malaquías describió cómo, en sus días, el pueblo de Dios se edificaba unos a otros a través de la edificación uno a uno: “Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero” (Malaquías 3:16).

¿Cuándo sucedió esto exactamente? Las palabras de Malaquías llegaron durante una época de impiedad desenfrenada, cuando el "devorador" había destruido gran parte del fruto de la tierra. El pueblo de Dios se había cansado y había comenzado a dudar de que valiera la pena caminar con el Señor. Ellos pensaron: “Se nos ha dicho que vale la pena servir al Señor, obedecer su Palabra y llevar sus cargas. Pero cuando miramos a los orgullosos y a los transigentes, son ellos los que parecen felices. Buscan la prosperidad, viven descuidadamente, disfrutan la vida al máximo”.

Estoy convencido de que la palabra de Malaquías sobre este ministerio es un reflejo de la actualidad. Él nos ha dado una imagen de un derramamiento del Espíritu Santo en los últimos días, cuando el pueblo de Dios deja de chismear y quejarse y, en cambio, ministra con frescura. Está sucediendo por teléfono, por carta, por correo electrónico y cara a cara. Y Dios está tan complacido con este ministerio que se nos dice que él lo escribe todo. Cada palabra amable pronunciada, cada llamada hecha, cada carta escrita, cada esfuerzo por consolar a los abatidos se registra en un “libro de memorias”. Y la Biblia dice que cada uno de nosotros cuyas obras estén escritas será precioso para él: “Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe” (Malaquías 3:17).

Sé un Tito para alguien abatido de espíritu. Ora para tener el espíritu de Onesíforo, quien buscó a los heridos para llevarlos a la sanidad. Piénsalo: Se te ha dado todo el poder del cielo para refrescar a un creyente herido, alguien que necesita el consuelo que Dios te ha dado exclusivamente a ti. Sí, hay personas que te necesitan y el Señor quiere que tus consuelos pasados les traigan un refrigerio a ellos. Llama a esa persona hoy y dile: “Hermano, hermana, quiero orar por ti y animarte. Tengo una buena palabra para ti”.