Dios Ama a los Abandonados

David Wilkerson (1931-2011)

Hebreos 12:1 nos dice que el mundo está rodeado por una nube de testigos que están con Cristo en gloria. ¿Qué tiene que decir esta multitud de testigos celestiales al mundo actual?

Nuestros días son de gran prosperidad. Nuestra economía ha sido bendecida, pero nuestra sociedad se ha vuelto tan inmoral, violenta y en contra de Dios, que incluso los seculares se lamentan de lo bajo que hemos caído. Cristianos de todas partes se preguntan por qué Dios ha retrasado sus juicios sobre una sociedad tan perversa.

Es posible que los que amamos a Cristo no entendamos por qué se permite que continúe ese mal tan terrible. Pero la nube de testigos celestiales entiende. Ellos no cuestionan la misericordia y la paciencia que Dios ha mostrado.

El apóstol Pablo está entre esa nube de testigos; y él da testimonio del amor ilimitado de Dios incluso por el “primero de los pecadores” (1 Timoteo 1:15). La vida y los escritos de Pablo nos dicen que él maldijo el nombre de Cristo. Era un terrorista, perseguía al pueblo de Dios y lo arrastraba para que lo encarcelaran o lo mataran. Pablo diría que Dios está siendo paciente con esta generación actual porque hay muchos que son como él era, personas que pecan por ignorancia.

El apóstol Pedro también está entre la nube de testigos; y él también comprende por qué Dios es tan paciente. La vida y los escritos de Pedro nos recuerdan que él maldijo a Jesús, jurando que nunca lo conoció. Dios retiene su juicio porque todavía hay multitudes que lo maldicen y lo niegan, tal como lo hizo Pedro. El Señor no se dará por vencido con ellos, como nunca se rindió con Pedro. Hay muchos como él por quienes Cristo todavía ora.

Al considerar esta nube de testigos, veo los rostros de ex drogadictos y ex alcohólicos, ex prostitutas y ex homosexuales, ex gánsteres y ex traficantes, ex asesinos y ex abusadores de esposas, ex infieles y ex adictos a la pornografía, multitudes a las que la sociedad había renunciado. Todos se arrepintieron y murieron en los brazos de Jesús, y ahora son testigos de la misericordia y la paciencia de un Padre amoroso.

Creo que todos ellos dirían, en un solo testimonio, que Jesús no los juzgó antes de que recibieran su misericordia. Que él nos ayude a amar a los perdidos como él los ama. Y oremos para tener el amor y la paciencia que él está mostrando al mundo en este momento.