DIOS, ¿POR QUÉ ESTÁS LEJOS DE MÍ?

David Wilkerson (1931-2011)

Cuando experimentas una temporada “seca” en tu espíritu, un tiempo de sentirte aislado y abandonado, indudablemente surgirán preguntas. “Padre, ¿por qué te siento tan lejos de mí? ¿He pecado con demasiada frecuencia? ¿Estás enfadado conmigo? ¿Todavía me amas?” Durante estos momentos difíciles, no tienes ganas de leer la Palabra, orar o alabarle. Y pareciera que Dios estuviera cada vez más distante.

Todos los verdaderos creyentes experimentan dichos momentos en su caminar cristiano, incluso Jesús sintió el aislamiento y clamó: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, cuando estaba en la cruz (ver Mateo 27:46).

Es posible sentir el amor abrumador de Dios en tus horas más secas, pero eso no es suficiente. Debe haber la cercanía del Señor, y el gozo de oír esa voz suave y quieta. El corazón debe sentir su calor; la presencia del Señor debe llenar la habitación; su gozo debe correr por todos los pasillos de tu mente. El corazón debe saber que él ha venido a guiar, a consolar, a ayudar en la hora de necesidad. No debe haber ninguna duda, ninguna pregunta, de que Dios ha elegido venir y tener comunión contigo.

¿Qué puedes hacer para superar la sequedad espiritual? Primero, mantén una vida de oración! Muy a menudo lo intentas todo, excepto la oración, ¿verdad? Hablar con amigos, leer libros, buscar consejería, buscar una palabra de consuelo o dirección en todas partes. Y ninguna de esas cosas está mal, por cierto. ¡Pero nada disipa la sequedad y el vacío más rápidamente que una o dos horas encerrados con Dios! “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4:2). “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Santiago 4:8).

Segundo, no tengas miedo de un poco de sufrimiento; después de todo, la resurrección de Cristo fue precedida por un corto período de sufrimiento. Pero no queremos sufrir ni ser heridos. Queremos una liberación sin dolor a través de una intervención sobrenatural. Prepárate, sin embargo, porque la victoria no siempre viene sin dolor. “Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (Salmos 30:5).

¡Elige buscarlo a él y salir de tu tiempo de prueba en victoria a través de su Palabra!