Luchando con la Carne

David Wilkerson (1931-2011)

Como seguidores de Cristo, debemos tomar a Dios en su palabra y aceptar como verdad lo que dice sobre nosotros. Esto significa que nuestro “viejo hombre” representa a alguien que todavía busca ser visto como recto ante Dios debido a sus propias obras. La conciencia de un hombre así lo hace sentir culpable continuamente, pero en lugar de arrepentirse, se compromete a superar él mismo su problema de pecado. “¡Voy a cambiar! Comenzaré a luchar contra mi pecado que me asedia hoy, sin importar el costo. Quiero que Dios vea cuánto lo estoy intentando”.

Un hombre así trae mucho sudor y muchas lágrimas al Señor. Ora y ayuna para demostrar que tiene buen corazón y para satisfacer su propio orgullo. Es capaz de resistir el pecado durante días seguidos, por lo que se dice a sí mismo: “Si puedo lograrlo dos días, ¿por qué no cuatro? ¿Por qué no una semana?” A fin de mes, se siente bien consigo mismo, convencido de que está logrando su libertad.

Entonces resurge su antiguo pecado y él cae en una profunda desesperación. Eso inicia el ciclo de nuevo. Un hombre así está en una caminadora y nunca se saldrá de ésta.

Pablo nos dice que el viejo hombre fue declarado muerto en la cruz. Su viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo, asesinado a los ojos de Dios. Jesús se llevó a ese viejo hombre a la tumba con él, donde fue olvidado. El Señor dice de nuestro viejo hombre: “No reconoceré ni lidiaré con alguien así. Solo hay un hombre que reconozco ahora, uno con el que trataré. Ese es mi Hijo, Jesús, y todos los que están en él por fe”.

El nuevo hombre es el que ha abandonado toda esperanza de agradar a Dios con cualquier esfuerzo de la carne. Ha muerto a las viejas costumbres de la carne.

Este nuevo hombre se apoya en la verdad de este versículo: “Por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá” (Gálatas 3:11). Él cree: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3). Puede que no siempre lo sienta o ni siquiera lo comprenda por completo, pero no discutirá con la amorosa Palabra de su Padre. Lo acepta con fe, confiando en que el Señor es fiel a su Palabra.