Cuando No Sabes Qué Hacer

David Wilkerson (1931-2011)

Tres ejércitos enemigos se estaban acercando a Judá, y el rey Josafat reunió a la nación en Jerusalén. Había que hacer algo inmediatamente. Sin duda la gente esperaba que anunciara planes, una declaración de acción decisiva, una forma de hacer la guerra. En cambio, Josafat se paró frente a su pueblo y abrió su corazón a Dios en confesión.

Josafat señaló que Dios mismo impidió que Israel atacara a estas naciones cuando éstas llegaron por primera vez a la Tierra Prometida. “He aquí ellos nos dan el pago viniendo a arrojarnos de la heredad que tú nos diste en posesión.  ¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgarás tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos.” (2 Crónicas 20:11-12).

Vivimos en una época en la que todo se vuelve inestable e inseguro, y casi todo el mundo sufre de una forma u otra. Ya casi nadie sabe qué hacer. Nuestros líderes no tienen la menor idea de lo que le está pasando a este mundo o a la economía. El mundo de los negocios está aún más confuso con los economistas discutiendo entre ellos sobre lo que se avecina. Los psicólogos y psiquiatras están desconcertados por las fuerzas cambiantes que afectan a las personas hoy en día.

No te cruzas de brazos, te sientas tranquilo y dejas que Dios lo haga todo. Eso no es lo que significa mantener los ojos “fijos en el Señor”. Miramos al Señor, no como personas que saben qué hacer, sino como personas que no saben nada de lo que deben hacer. Todo lo que sabemos es que él es el Rey que se sienta sobre el diluvio. Él es Señor de todo, y sabemos que aunque el mundo se desmorone, Él es una roca de certeza. Como dice la Escritura: “Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos 12:1-2).

Nuestros ojos están fijos en un Señor resucitado. Si no sabemos qué hacer, nuestra fe nos asegura que él sabe qué hacer.