Victoria Sobre Tu Pecado Asediante

David Wilkerson (1931-2011)

Cuando el rey David estaba bien con el Señor y en buena comunión, ninguno de sus enemigos podía hacerle frente. Cuando David pecaba y se alejaba del Señor, sus enemigos ganaban confianza y triunfaban sobre él.

Después de una de sus mayores victorias, inmediatamente vino el pecado de adulterio de David. Este gran hombre de Dios, disfrutando de la gloria de una gran victoria, comenzó a codiciar a Betsabé. Mató a su marido Urías y cometió adulterio con ella. “Mas esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová” (2 Samuel 11:27). El Señor envió al profeta Natán a David. El profeta no vino a aconsejar a David sobre cómo manejar su culpa y condenación. Más bien, Natán fue directo al meollo del asunto. “Has menospreciado el mandamiento del Señor. Has hecho lo malo ante los ojos del Señor. Eres culpable de un pecado secreto”.

Finalmente, David huyó al desierto. Se volvió un hombre llorón, descalzo, cobarde, despojado de su poder y valentía a causa del pecado.

El pecado hace que los cristianos se conviertan en cobardes que viven en una derrota humillante. No pueden levantarse con valentía contra el pecado debido al pecado secreto en sus propias vidas. Excusan los pecados de los demás por la desobediencia de sus propios corazones; y no pueden predicar victoria porque viven en derrota.

No tengo soluciones simples. Sé que hay mucho consuelo en la Biblia para aquellos que luchan batallas entre la carne y el espíritu. Dicho esto, muchos cristianos de hoy no han tenido el temor de Dios plantado en sus corazones. El escritor de Proverbios declara: “Con misericordia y verdad se corrige el pecado, y con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal” (Proverbios 16:6). El 'temor de Dios' al que se hace referencia aquí indica mucho más que temor reverencial y respeto. No podemos recibir la revelación completa de la verdad de Dios hasta que su temor esté profundamente arraigado en nosotros. Toda revelación está ligada a su temor santo.

Estoy convencido de que sin el temor de Dios, no podemos experimentar una liberación duradera del pecado. ¡Abraza el santo temor del Señor y no permitas que el pecado robe tu poder en el Espíritu!