Ven, Haz tu Obra en Mí

David Wilkerson (1931-2011)

Yo creo que si un cristiano tiene una intensidad para vivir una vida santa, si desea dar "su todo” al Señor, solo puede haber una razón por la cual él no puede estar disfrutando de la libertad prometida por la morada del Espíritu Santo. Esa razón es la incredulidad. Jesús no pudo realizar sus obras cuando había incredulidad; y su Espíritu no puede hacer nada en nuestras vidas cuando albergamos incredulidad.

Es vital que todo seguidor de Jesús no juzgue las promesas de Dios según las experiencias pasadas. Si nos entregamos completamente a sus promesas y nos asimos del Espíritu en su propia palabra, sabremos que los resultados son responsabilidad de Dios. Simplemente no podemos renunciar a nuestro deseo de obtener las bendiciones prometidas. Si seguimos adelante, podremos estar de pie en el día del juicio y ser llamados fieles.

Hubo un momento en mi vida en el que tuve que depositar mi futuro eterno en las promesas de Dios. Tuve que confiar en su Palabra a riesgo de mi alma. Lancé un desafío a Dios. “Señor, voy a creer que tú me has dado tu Espíritu Santo. Yo creo que solo él puede librarme de toda cadena que me ata. Yo creo que él traerá convicción a mi vida, me guiará y me dará poder para vencer. Yo creo que él nunca se apartará de mí, ni me dejará apartarme de ti. No limitaré tu Espíritu en mí. Esperaré en él, lo invocaré y confiaré en él”.

Debemos hacer lo que el Señor le dijo a Ezequiel que hiciera: orar la Palabra de Dios. “Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová” (Ezequiel 37:4).

Debemos recordarle al Espíritu Santo las promesas de Dios para nosotros. Debemos decirle: “Espíritu Santo, el Padre celestial me prometió que él te pondría en mi corazón; y he comprometido mi vida con esa promesa. Cederé y cooperaré porque quiero ser santo. Dijiste que me harías caminar en tus caminos y obedecer cada palabra tuya. Yo no sé cómo planeas hacerlo, pero hiciste un juramento y tú no puedes mentir. Todo esto está escrito en la Palabra, Espíritu Santo. Entonces ven. Haz tu obra en mí. He confiado mi propia alma a esta promesa”.