Un Corazón Perfecto es un Corazón Confiado

David Wilkerson (1931-2011)

El salmista escribió: “En ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron avergonzados” (Salmos 22:4-5). La raíz hebrea de "confiaron" sugiere "arrojarse por un precipicio". Eso significa ser como un niño que se ha subido a las vigas y no puede bajar. Oye a su padre decir: "¡Salta!" y obedece, arrojándose a los brazos de su padre.

¿Estás en ese lugar ahora mismo? ¿Estás al borde, tambaleándote? Es posible que simplemente te hayas resignado a tu situación, pero eso no es confiar; eso no es más que fatalismo. La confianza es algo muy diferente a la resignación pasiva. Es una creencia activa.

A medida que tengamos más hambre de Jesús, descubriremos que nuestra confianza en él está bien fundada. En algún momento de nuestras vidas, es posible que hayamos pensado que realmente no podíamos confiar en él, que realmente él no tenía el control sobre el panorama general y que nosotros debíamos mantenernos a cargo. Acercarse más a él y conocerlo mejor cambia eso.

Con el tiempo, no solo acudiremos a él en busca de ayuda cuando hayamos tocado fondo; en cambio, comenzamos a caminar con él tan de cerca que podemos oír las advertencias de las pruebas que se avecinan.

El corazón confiado siempre dice: “Todos mis pasos están ordenados por el Señor. Él es mi Padre amoroso, y permite mis sufrimientos, tentaciones y pruebas, pero nunca más de lo que puedo soportar. Siempre encuentra una vía de escape. Él tiene un plan y un propósito eternos para mí. Él ha numerado todos los cabellos de mi cabeza y formó todas mis partes cuando estaba en el vientre de mi madre. Él sabe cuando me siento, me paro o me acuesto porque soy la niña de sus ojos. Él es el Señor no solo sobre mí, sino sobre cada evento y situación que me toca".

La verdadera confianza libera en el corazón el poder más grande que Dios puede asignar a la humanidad, mayor que el poder para resucitar a los muertos o sanar enfermedades y dolencias. Cuando realmente confiamos totalmente en Dios, se nos da un poder que restaura corazones y vidas quebrantados, un poder que trae una clase especial de gloria y honor a nuestro Señor.