Confiando en la Obra Misteriosa de Dios

David Wilkerson (1931-2011)

Deja de intentar averiguar cómo y por qué fuiste herido. Tu situación no es única en absoluto. Si tenías razón o no, no significa absolutamente nada en este punto. Todo lo que importa es tu voluntad de seguir adelante en Dios y confiar en sus obras misteriosas en tu vida.

Nuestras órdenes de marcha provienen directamente de las Escrituras. “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pedro 4:12-13).

Tal vez no puedas entender por qué las cosas te estallaron en la cara cuando Dios parecía estar guiando todo el tiempo. Cuando dudas, consideras cómo Judas fue llamado por el Señor; estaba destinado a ser un hombre de Dios. Fue escogido por el Salvador y fue usado por Dios. ¡La diferencia es que Judas abortó el plan de Dios y rompió el corazón de Jesús! Lo que comenzó como un plan de Dios terminó en desastre porque Judas eligió seguir su propio camino. Deja todos tus recorridos de culpa. Deja de condenarte a ti mismo.

Tal vez tu corazón pregunte: "¿Por qué Dios permitió que yo me metiera en esto en primer lugar si él sabía que nunca saldría bien?" Lo más probable es que hayas hecho lo que tenías que hacer. Te moviste en la voluntad de Dios, siguiendo honestamente tu corazón, dispuesto a dar de ti mismo. El amor fue tu motivación. No abortaste la voluntad de Dios; alguien más lo hizo. Si eso no fuera cierto, no serías tú quien sufre tanto. Estás herido porque trataste de ser honesto.

Deja de intentar averiguar qué hiciste mal. Es lo que estás pensando en este momento lo que realmente cuenta para Dios. No cometiste un error; más que probable es que simplemente diste demasiado. Como Pablo, tienes que decir: “Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos” (2 Corintios 12:15).