Tratando con la Decepción en Nosotros Mismos

Gary Wilkerson

Hace algún tiempo, estaba en una reunión donde prediqué un sermón sobre la decepción. Después del servicio, estuve hablando con un pastor muy exitoso y conocido. Mientras hablábamos, dijo algo que me detuvo en seco. Él dijo: "Hombre, estoy tan decepcionado de mí mismo". Al principio, me quedé sin palabras, luego dije: “¿Tú lo estás? Bueno, entonces, ¿hay alguna esperanza para el resto de nosotros si tú has tenido tanto éxito y, sin embargo, estás decepcionado de ti mismo?”

Más tarde, mientras pensaba en esa conversación y la sorprendente revelación del pastor, me di cuenta de que solo estaba admitiendo una lucha que todos tenemos. Todos cometemos errores, y todos fallamos regularmente. Tratamos de mantenernos en un estándar increíblemente alto al pensar: “Oh, no puedo permitirme fallar. Nunca puedo tropezar”.

Sin embargo, el fracaso no es el problema. Proverbios dice: “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse…” (Proverbios 24:16). No dice que nunca tropieza; dice que sigue intentándolo. No somos fracasados a menos que nos quedemos caídos.

Siempre habrá momentos en los que nos decepcionaremos a nosotros mismos y a los demás y nos frustraremos. Por ejemplo, cuando llego a casa por la noche, una de mis metas es tomarme un tiempo para pasarlo con mi esposa. Pero a veces llego a casa y, al acostarme, me doy cuenta de que no hice nada de eso. Me decepciono conmigo mismo, pero me doy cuenta de que no es malo. Más bien, el mal, la derrota, está en permanecer en ese momento de fracaso. En cambio, puedo apropiarme de ello y usar esta autoconciencia para impulsarme a Dios, hacia un cambio real.

Ojalá le hubiera dicho a mi amigo pastor: “Está bien estar decepcionado contigo mismo; nosotros, los humanos, constantemente no cumplimos con las expectativas”. La clave es ser paciente durante esos momentos de fracaso y dejar que Dios los use para nuestro beneficio. Es un viaje de toda la vida, pero a través del Espíritu y la Palabra, Dios nos da el ánimo y la dirección que necesitamos para acabar con fuerza.