Teniendo el Sentir de Cristo

Gary Wilkerson

El alma, dice la mayoría de los expertos, es tu mente, tus emociones y tu voluntad. También podrías tomarlo como pensamientos, sentimientos y acciones. Muchos cristianos oyen un sermón que dice: “Actúa así”, e intentarán cambiar su comportamiento. Sin embargo, sus pensamientos y sentimientos no van por el mismo camino. A esto se refería Santiago cuando escribió: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra” (Santiago 1:6-8).

Debemos estar convencidos en nuestra alma de lo que estamos haciendo. Bueno, ¿cómo sucede eso? Es más difícil de lo que muchos pensamos.

Yo creo que la duración promedio de una resolución de año nuevo es de ocho días. ¿Cuántas dietas comienzan y terminan? ¿Cuántos compromisos de leer la Biblia comienzan y terminan? Bueno, todo lo que hacemos tiene que tener un 'por qué'. No leo mi Biblia para ganar puntos. No tengo una vida devocional porque temo que de lo contrario no voy a entrar al cielo. Estudio las Escrituras porque quiero conocer y amar a Jesús. Cuando mi 'por qué' es grande, mi mente está decidida, mis emociones están convencidas y mi voluntad tiene ímpetu. Mi alma está resuelta.

Si alguno de esos tres no está presente en tu vida, probablemente fracasarás. Pablo escribió acerca de cómo evitamos fallar aquí: teniendo el sentir, la mente de Cristo. “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa… Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:1-2,5).

¿Cómo obtenemos la mente de Cristo? “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Cuando me encuentro alejándome de mis resoluciones de obedecer y seguir a Dios, vuelvo a las Escrituras y a la oración para que Dios pueda renovar mi mente, mi alma, hasta que refleje la de Cristo.