Tú Necesitas al Espíritu Santo

David Wilkerson (1931-2011)

Algunos creyentes han sido salvos por muchos años, algunos quizás un año; y algunos solo unos pocos meses o semanas. ¡Ser salvo del pecado es maravilloso!

En la época de Pablo, algunos creyentes ni siquiera sabían que había un Espíritu Santo. “Les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo” (Hechos 19:2). Estas personas fueron salvas, pero está claro que no fueron llenas ni bautizadas con el Espíritu Santo.

Jesús mismo no envió a sus discípulos y seguidores al mundo hasta que fueron bautizados con el Espíritu Santo. Ciertamente, sus discípulos tenían corazones puros. Tenían fe para sanar a los enfermos, para echar fuera demonios. Tenían la Palabra del Señor y ya habían estado predicando a Cristo y ganando conversos. Ellos fueron testigos de su resurrección. ¿Qué más podría haber? Estaban dispuestos a morir por Jesús. ¿No era su amor por él lo suficiente como para enviarlos al mundo para hacer su obra?

Sin embargo, para ser un buen soldado al servicio de nuestro Señor Jesucristo, no basta solo con ser salvo. Necesitas ser bautizado con el Espíritu Santo.

Amado, nada de eso fue suficiente. Claramente, había más. Cristo les dijo: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

Debes saber que el Espíritu todavía sigue bautizando, todavía cae sobre los creyentes. Pedro predicó a la iglesia primitiva: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:38–39).

El bautismo es especialmente para los que viven en los últimos días. “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne… en aquellos días derramaré de mi Espíritu” (Hechos 2:17-18). Dios quiere que vivas y andes en el Espíritu. ¡Todos estamos llamados a ser testigos llenos del Espíritu Santo y de poder!