Siguiendo a Dios A Través del Fracaso

Gary Wilkerson

Uno de los mayores obstáculos para la gente, cuando recibe una dirección o una palabra del Señor es este temor: si no tienes éxito, te tildarán de fracasado y perderás credibilidad.

Si Dios te llama a hacer algo y te dice que cruces ese Jordán, tú pasas el Jordán, sin importar el precio. Cuando llegas allí y las cosas parecen desmoronarse y el éxito que habías imaginado o pensado no sucede, eso puede ser increíblemente desalentador. Si das un paso de fe y no tienes éxito, algunas personas a tu alrededor te ridiculizarán y se reirán de ti.

¿Sabes qué? ¿A quién le importa? Tú no cruzaste el Jordán por interés personal, mérito o gloria. Lo cruzaste para ser obediente a Jesús. Los resultados dependen de él.

Si pones la mira en los resultados, te desanimarás. Si mantienes tu mirada en Jesús, nunca te desanimarás, incluso si las circunstancias cambian. A veces llegas a la mitad del Jordán y Dios dice: “¡Detente! Solo quería que llegaras a la mitad. Date la vuelta y vuelve”. En esos momentos, es posible que te veas tentado a gritar: "¡Pero ya casi llegamos!".

Vivimos en una cultura que está saturada con esta idea de que Dios está ahí para ayudarte con tus sueños, deseos y ambiciones. Eso es totalmente al revés. Tú estás aquí en esta tierra para obedecer a Dios, no para cumplir tus propios planes, sueños y deseos. Estás aquí para obedecer a Dios, para andar en el Espíritu y moverte donde Dios te ha llamado.

Esta es la parte más difícil de entender para mí, porque sé que Dios me ha llamado a algunas cosas que, según todos los indicios y en todas las formas en que se pueden medir, fueron un fracaso según los estándares humanos. En esos tiempos, tengo que confiar en lo que la Biblia nos instruye: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5-6).

Hay ciertas partes de la vida en las que pensé que yo fallé, pero ahora, cuando miro hacia atrás en la historia, fue un gran éxito en el reino de Dios. Ese éxito no fue debido al efecto que tuvo en los demás sino por el cambio que Dios estaba obrando en mí.