Siendo Traídos a Cristo

David Wilkerson (1931-2011)

El Señor tiene gran gozo de que la cruz nos haya provisto de un acceso abierto a él. De hecho, el momento más glorioso de la historia fue cuando el velo del templo se rasgó en dos el día en que Cristo murió. En ese momento, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron.

Fue en este mismo momento que estalló el beneficio para Dios. En el instante en que el velo del templo, que separaba al hombre de la santa presencia de Dios, se rasgó, sucedió algo increíble. A partir de ese momento, no solo el hombre pudo entrar en la presencia del Señor, sino que Dios pudo salir al hombre.

Antes de la cruz, no había acceso a Dios para el público en general; sólo el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo. Ahora, la cruz de Jesús abrió un camino para nosotros hacia la presencia del Padre. El que una vez habitaba en “densa oscuridad” no esperó a que fuéramos a él, sino que salió a nosotros. Dios mismo tomó la iniciativa y la sangre de Cristo eliminó todos los obstáculos. Fue un movimiento unilateral por parte del Señor, del tipo cuando una de las partes declara: “Basta. Voy a hacer las paces. Voy a derribar este muro de separación”. Solo por su gracia, Dios derribó el muro que nos separaba de su presencia. Ahora él podía salir al hombre, para abrazar a sus pródigos.

No puedes entrar en el gozo y la paz, de hecho, no puedes saber cómo servir al Señor, hasta que veas su deleite en tu liberación, hasta que veas el gozo de su corazón por su comunión contigo, hasta que veas que cada muro ha sido eliminado en la cruz, hasta que sepas que todo tu pasado ha sido juzgado y borrado. Dios dice: “¡Quiero que avancen hacia la plenitud que les espera en mi presencia!”

Multitudes hoy se regocijan en los maravillosos beneficios de la cruz. Han salido de la esclavitud y están de pie en el lado de la victoria de su prueba. Disfrutan de la libertad. Agradecen a Dios continuamente por derrotar a sus opresores, pero muchos de estos mismos creyentes pierden el mayor propósito y beneficio de Dios para ellos. No saben por qué el Señor los ha sacado, lo cual es para traerlos a sí mismo.