Recuerda Tu Primer Amor

Gary Wilkerson

El capítulo 6 de Deuteronomio comienza con una oración increíblemente importante que Moisés enseñó a los israelitas. “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:4-5).

Moisés había estado dirigiendo a la nación en el desierto durante 40 años en este punto. Él había visto la zarza ardiendo, luego Dios lo envió a los ancianos israelitas para declarar: “El gran Yo Soy está aquí. Dios se moverá poderosamente y sus 400 años de cautiverio y esclavitud están llegando a su fin. Tan pronto como vaya a ver a Faraón y hable con él, le diré que 'deje ir a mi pueblo'. ¡Dios se está moviendo!”

¿Te imaginas a este hombre cuyo deseo de corazón era ver a los hijos de Israel liberados de la esclavitud y, en cambio, se quejaron contra Dios? Después de eso, todos fueron enviados a un viaje de décadas a través del desierto. Si eso no hizo que Moisés se sintiera tentado a ser cínico tanto con la gente como con Dios, no sé qué lo haría.

Los israelitas se quejaron contra Dios y dudaron mucho de sus promesas. No sé de qué tipo de familia vienes tú, pero si pasas mucho tiempo en una familia llena de dudas y pláticas negativas, eso se te va a afectar. Ahí es cuando tienes que hacer lo que hizo Moisés. Tienes que alejarte de la multitud y estar a solas con Dios y orar: “Protégeme en ese lugar y en todos los lugares donde pueda estar lleno de estas voces de incredulidad”.

Cuando lleguemos a este lugar de cercanía con Dios, lejos de las voces cínicas, nuestro corazón comenzará a llenarse de alegría. Debemos recordar quién es Dios en toda su santidad; y luego recordaremos nuestro amor por él. Esto es parte de lo que Moisés está enseñando a la próxima generación en esta oración.

Cuando recordemos, intencionalmente, la naturaleza de Dios, la fe que quede en nosotros comenzará a levantarse en nuestras vidas y comenzaremos a tener una vez más una confianza en el Señor. Es esta confianza la que libera el derramamiento de la bendición de Dios.