Manteniendo a Cristo en el Centro

David Wilkerson (1931-2011)

Multitudes han declarado que siguen a Cristo; sin embargo, la mayoría de estas personas, incluidos muchos que están en el ministerio, han abandonado a Jesús como su fuente de poder. ¿Por qué?

Algo pasa cuando cruzamos la línea para entrar en el Lugar Santísimo. Cuando entramos en la presencia de nuestro Señor, nos damos cuenta de que toda carne debe morir. Esto incluye todo deseo de emoción espiritual, de hablar de grandes avivamientos, de poner la mira en la liberación y de buscar alguna nueva obra o movimiento. Este es el momento en que muchos creyentes se dan cuenta de lo costoso que sería dejar de depender de su propia carne.

Jesús tiene que convertirse en tu todo. Sólo él debe ser tu fuente de emoción y avivamiento constante. Él debe ser tu palabra continua de dirección, tu gracia nueva cada mañana. Una vez que cruzas el límite, ya no puedes confiar en maestros talentosos, predicadores ungidos o evangelistas poderosos. Si todavía buscas hombres en lugar de Cristo, corriendo de reunión en reunión, buscando a alguien que te bendiga, entonces no estás satisfecho con Jesús. Él debe ser todo para ti.

Abraham fue llamado “amigo de Dios” (ver Santiago 2:23) debido a su relación íntima con el Señor. Un amigo es alguien que da libremente su corazón a otro, y claramente el Señor compartió su corazón con Abraham. Dios mismo testificó: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” (Génesis 18:17). De hecho, Pablo declara: “Dios… anunció de antemano el evangelio a Abraham” (Gálatas 3:8). En otras palabras, el Señor le mostró a Abraham grandes cosas por venir.

Abraham sabía que Jesús era nuestra posesión prometida. Él vio a un Jesús victorioso derribando todos los principados y potestades. Vio la victoria de la cruz y muchas naciones entrando a la Tierra Prometida, poseyendo su promesa: a Cristo mismo. Estas personas no luchaban por entrar ni le hacían promesas vacías a Dios. Estaban poseyendo su promesa sólo por fe, confiándoles la Palabra de Dios.

¿Has poseído tu Tierra Prometida? ¿Te has aferrado a la provisión y bendición que Jesús ganó para ti en la cruz? Te exhorto, haz de Jesús tu vida, tu todo. Acepta la invitación de Dios para ti y entra en la paz y el reposo de tu posesión eterna, Jesucristo, el Señor.