Más Precioso que el Oro

David Wilkerson (1931-2011)

La historia de Ester es una de intensa guerra espiritual. El diablo estaba tratando de destruir al pueblo de Dios en la tierra, esta vez a través del malvado Amán. Este hombre rico e influyente persuadió al rey de Persia para que declarara un edicto que pedía la muerte de todos los judíos bajo su gobierno, desde la India hasta Etiopía.

El primer judío a la vista de Amán fue el justo Mardoqueo, el tío de Ester. Amán había construido una horca especialmente para Mardoqueo, pero Ester intervino, llamando al pueblo de Dios a la oración y arriesgando su vida para anular la orden de Amán. El rey no solo revirtió la orden de muerte, sino que le dio la casa de Amán a Ester, una propiedad valorizada en millones según los estándares actuales (ver Ester 8:1-2).

Sin embargo, la mansión de Amán no fue el único botín tomado en esta historia. La Escritura nos dice: “Los judíos tuvieron luz y alegría, y gozo y honra” (Ester 8:16). Estos fueron los verdaderos botines obtenidos en la batalla con el enemigo.

Nuestras pruebas no solo nos otorgan riquezas espirituales, sino que también nos mantienen fuertes, puros y bajo mantenimiento continuo. Al poner nuestra confianza en el Señor, él hace que nuestras pruebas produzcan en nosotros una fe más preciosa que el oro. El apóstol Pedro entendió bien esto y dijo: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7).

Jesús saqueó al diablo en el Calvario, despojándolo de todo poder y autoridad. Pablo escribió a la iglesia: “Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15). Cuando Cristo resucitó victorioso de la tumba, sacó a una innumerable hueste de cautivos redimidos de las garras de Satanás; y esa procesión comprada con sangre aún continúa.

Esa cooperación comienza cuando estamos en medio de un conflicto. Nuestros recursos son la semejanza a Cristo que ganamos mientras estamos inmersos en la batalla. Son las lecciones, la fe, el carácter que obtenemos de la guerra con el enemigo. Hay valor en la batalla. Podemos estar seguros de que algo bueno saldrá de ella.