La Oración del Justo

David Wilkerson (1931-2011)

¿Por qué ninguno de nosotros ora como debería? Sabemos que todas nuestras cargas se pueden aliviar cuando nos encerramos con él. La voz del Espíritu Santo sigue llamándonos a la oración: “¡Ven!” Ven al agua que satisface la sed de nuestras almas. Ven al Padre que se compadece de sus hijos. Ven al Señor de la vida que promete perdonar todo pecado que hayamos cometido. Ven al Dios que se niega a condenarte, abandonarte o esconderse de ti.

El Señor promete a su pueblo: “Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos” (Isaías 44:3).

Podemos tratar de escondernos de Dios debido a la culpa y la condenación, pero él nunca se esconde de nosotros. Acércate confiadamente a su trono de gracia, aun cuando hayas pecado y fallado. Él perdona instantáneamente a aquellos que se arrepienten con tristeza piadosa. No tienes que pasar horas y días en remordimiento y culpa o ganarte el camino de regreso a sus buenas gracias.

Probamos todo menos la oración. Leemos libros, buscando fórmulas y pautas. Vamos a amigos, ministros y consejeros, buscando en todo lugar una palabra de consuelo o consejo. Buscamos mediadores y olvidamos al único Mediador que tiene la respuesta para todo.

El Nuevo Testamento insta a los creyentes: “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:13-16).

Nada disipa la ansiedad y el vacío más rápido que una o dos horas encerrado con Dios. Nada puede tomar el lugar de orar al Padre en ese lugar secreto. Ve al Padre, dobla tus rodillas, abre tu corazón y grita tu angustia. Cuéntale sobre tu soledad, miedos y fracasos. Esa es la solución a toda la confusión en nuestros corazones.